Santa Teresa de Jesús es una figura que siempre ha despertado controversia, tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella. El psiquiatra Francisco Alonso-Fernández presentó ayer en A Coruña su nuevo libro Historia personal de Santa Teresa de Jesús, donde aborda el tema desde la perspectiva psquiátrica y psicológica.

-Ha escrito medio centenar de libros de psiquiatría y psicología, ¿de dónde viene este interés ahora por la figura de Santa Teresa?

-Pues por dos principales razones. Por un lado fue una mujer de una grandeza mística muy reconocida, y por otro una enferma psíquica con interesantes particularidades. Una persona aquejada de una grave depresión y síntomas histéricos.

-¿Se entiende entonces que la relevancia de Santa Teresa dependería de una enfermedad mental?

-Yo más que Santa la llamaría monja, por las circunstancias.

-Llamémosla monja, entonces.

-Si, mejor así. Diría que en su importancia juega un importante papel el morbo. Principalmente porque no deja de ser una judía española, como se descubrió hace relativamente poco, en una época difícil para ése pueblo. Al mismo tiempo, es todo un icono de la España cristiana. Y por otro lado, acercó la carnalidad y el erotismo a lo que era sagrado.

-¿Hasta qué punto es posible conocer el estado psicológico de una persona que falleció hace tanto tiempo?

-Pues es posible gracias a lo que hay escrito sobre esa persona y, sobre todo, a partir de las propias palabras que emitió. Desde hace un tiempo he venido dedicándome a un campo que se llama psicohistoria.

-¿Y qué se entiende por psicohistoria?

-Con la psicohistoria intentamos responder a las cuestiones que no acertamos a concretar con la historia o las biografías corrientes. Va más allá de la historia personal y se basa en las características mentales y el comportamiento de los personajes a los que queremos estudiar. Ya he realizado varios estudios sobre personajes clave de nuestra Historia, como Goya, la dinastía de los Austrias o Ramón y Cajal.

-¿Y qué dicen los estudios de la psicohistoria sobre Teresa?

-Siempre fue una mujer muy marcada por su procedencia. Su padre era un judío converso al cristianismo, pero bien vigilado por la Inquisición. Y su madre, por otra parte, era una distinguida dama de la alta sociedad cristiana pero... podríamos argumentar que un tanto frívola. La marcada disparidad entre sus padres influyó mucho en Teresa. De su padre extrajo lo que debía ser, pero de su madre sacó lo que realmente deseaba ser, y esa lucha se ve constantemente a lo largo de su vida.

-¿Cuál sería el punto de inflexión? ¿Cuándo sería el momento en el que comienza a sufrir los trastornos?

-Bien, Teresa tuvo que hacerse adulta muy pronto, cuando era todavía una cría. Desde muy pequeña acumuló una gran cantidad de miedo, tal y como se lo habían inculcado, al infierno y también a la Inquisición. Ese miedo se mezclaba con la culpa de creer que por su linaje no podría ser una gran cristiana, una de las mejores, meta que deseaba con fervor. Enfrentándose a los deseos de su padre, entró en un convento llamado La Encarnación. Pero no era un buen sitio, había demasiada indisciplina. Esa desilusión también fue clave para sus problemas posteriores.

-¿Fue entonces cuando cayó en la depresión?

-Si. Desde mi perspectiva, pueden localizarse cuatro puntales en sus escritos sobre los que argumentar esto. Por un lado, lo que llamaríamos como humor triste, o humor depresivo. A eso se le suma el abatimiento, un sentimiento de soledad y también hay constancia de trastornos de alimentación y sueño.

-¿Eso propiciaba de algún modo sus supuestas experiencias con Dios o había algo más?

-A la depresión habría que sumarle síntomas histéricos. Esto no significa que ella fuese una persona histérica, de hecho no mantenía comportamientos teatrales ni emitía gritos, estamos hablando de un problema mental. A partir de los 40 años es cuando su vida dio un giro, como un punto de inflexión, y comenzó a sentir los éxtasis. Sus conexiones con Dios pueden ser explicadas fácilmente como alucinaciones, fantasías derivadas de su aislamiento espiritual y su tendencia a ser un volcán emocional.

-¿Podrían considerarse entonces sus contactos como espejismos, como los que tienen los que se pierden en el desierto?

-Es una forma de verlo. Las personas que se pierden en el desierto también sufren psicológicamente y, aparte de los causados por fenómenos naturales, pueden ver espejismos que vengan de su mente.

-¿Hasta cuándo duró ése período de su vida?

-A partir de los 48 años cambió. Sin dejar de ser del todo mística se dedicó a fundar conventos y a escribir libros, todos ellos con un profundo trasfondo erótico.

-Teresa siempre fue una figura controvertida por ello.

-Hay que entender que a ella sus padres le cortaron con 14 años sus amoríos con un primo suyo. Luego pasó a ser, como la llamamos, esposa de Jesús. Y después, ese enamoramiento pasó a un terreno más carnal, pues según ella, "Cristo había bendecido" lo que sentía por el padre Jerónimo Gracián. Esa invasión del espacio sacro por el erotismo y la pasión de Teresa fue toda una revolución.

-¿La Inquisición no intervino en ningún momento?

-Desde luego. En la última etapa de su vida fue acusada de deshonesta e incluso de bruja. Pero por suerte, disponía entre sus confidentes no sólo de curas comprensivos, si no de eclesiásticos muy bien situados en la jerarquía, que pudieron protegerla de la Inquisición.

-¿Con qué se queda de su persona, más allá del plano psiquiátrico?

-Con que podríamos llamarla como una de las primeras feministas. Fue una mujer que recondujo su vida y acabó viviendo como realmente quiso, por encima de cómo se supone que debería haber vivido. Una abanderada de la libertad, adelantada a su tiempo.