"En nuestra infancia está la clave para entender por qué somos como somos, qué nos hace pensar, sentir y actuar de determinada manera y no de otra. Todo empieza en la infancia, en la conexión con nuestra cuidadora principal que fue la madre... El 95 por ciento de nuestros comportamientos son inconscientes y se han generado en gran parte en esa etapa". Palabras ayer en el Club FARO de la psicóloga Victoria Cadarso. Su charla, "Libera las heridas del pasado (nunca es tarde para sanar tu infancia)".

Volver atrás la mirada en busca de demonios escondidos en la infancia ayuda a entender o aceptar, a aprender a amarnos a nosotros mismos, según la psicóloga. No se trata de escarbar en el pasado sino de buscar una reconciliación con nosotros mismos". Victoria Cadarso, que fue presentada por su colega Pilar Álvarez Ilarri, propuso antes de su intervención unos minutos de meditación guiada a los presentes para luego centrar las bases de su tesis.

"Hay quien relaciona su infancia con el amor, con lo positivo -dijo-, y quienes sienten que por las venas de su memoria se filtra cierto dolor, más o menos inconsciente. De lo que se trata es de no permitir que el pasado afecte a nuestro presente. A veces caemos en una crisis, y sentimos una sensación de malestar cuyas raíces tenemos que buscar en nuestra infancia, en recuerdos que teníamos bajo la alfombra y nos da miedo hacer sobresalir. Pero es necesario".

Abraza a tu niño interior

Cadarso, autora de "Abraza a tu niño interior" en La Esfera de los Libros, dice que somos el resultado de las experiencias que hemos tenido. "El 'niño interior herido' o la parte más vulnerable que todos llevamos dentro desde la infancia, guardada bajo muchas llaves -afirma-, se puede destapar en momentos de estrés provocando que reaccionemos de forma infantil y no como adultos".

Si se le pregunta si la culpa de los problemas que podemos arrastrar desde nuestra infancia la tienen los padres, contesta que estos, en general, "lo hacen lo mejor que pueden con lo que tienen" y que hay que tener en cuenta que los progenitores muchas veces son el resultado, a su vez, de los suyos. "La madre trata de alimentar, vestir, proteger... pero ¿cuántas madres tienen tiempo para hablar con los niños de sus problemas? Los niños necesitan amor con mayúsculas y eso significa que les presten atención más allá de ese nivel de las necesidades primarias, atendiendo a las relacionales".

Habló luego de las diversas etapas de la infancia. Hasta los 18 meses el bebé necesita apegarse a su madre, la seguridad de que va a estar ahí al lado. Cuando esto no ocurre va quedando un miedo larvado, de fondo, que de mayor puede evolucionar hacia el estrés o la angustia sin que se sepa por qué si no se mira atrás"

De los 18 meses a los 3 años, el cerebro sufre según explicó Cadarso un gran cambio y el niño empieza a pensar, a separarse de la madre en el sentido de ser consciente de su existencia individual. "Pero hay niños que llevan un lastre de la etapa anterior -matiza- y son incapaces de separarse de la madre, como se ve cuando les quiere llevar a la guardería".

De los 3 a los 6 años, dice la psicóloga, que hay una etapa en que los niños se empiezan a mirar unos a otros, a comparar, a tocar, a reconocer su identidad de género, pero hay padres que reprimen sus comportamientos, por ejemplo los relacionados con su sexualidad. Entre los 6 y 12 años se instala el pensamiento abstracto, busca un modo de encajar, empieza a pensar en qué es lo que va a ser en el futuro, a forjar el guión de su vida. Y entre los 12 y 18 es cuando conformamos quienes somos... "En la adolescencia se consolida todo lo que hemos ido viviendo en etapas anteriores", dice ella.

Lo malo, añade, es que nuestras creencias se hacen inconscientes ya que germinaron en un pasado infantil en el que no teníamos recursos para entenderlas, para depurarlas y esas creencias van a ser el filtro con el que vamos a ver la vida, el 95 por ciento de nuestros comportamientos".