David Robert Jones (Brixton, 1947) y James Newell Osterberg (Michigan, 1947), David Bowie e Iggy Pop, vuelven a cruzar sus vidas. Ambos tienen 66 años y en la década de los años 70 del pasado siglo trabaron amistad y una fructífera a la vez que turbulenta relación profesional, más por la simpatía y curiosidad del británico hacia el estadounidense que por querencia del líder de los Stooges. Un capricho del inglés, como otras tantas excentricidades que ha ido incorporando a su camaleónico perfil durante décadas.

En 2013 el proyecto de una película, un biopic sobre la etapa berlinesa de ambos, obliga a revisar una historia de encuentros y desencuentros donde cada uno se aprovechó del otro en todos los sentidos. Pareja de provecho o pareja de hecho, dada la promiscuidad de ambos y la imagen andrógina que Bowie siempre ha explotado a su favor, es éste un año especialmente rico para el anecdotario y la memorabilia de los dos personajes, de coincidencias y aniversarios para el hombre que abrazaba las estrellas en sus comienzos plagiando con descaro, capaz de reinventarse y redireccionar su carrera, y para el protopunk descarriado que ha jugado con la vida como si de una ruleta rusa a cargador lleno se tratara.

Por partes: Bowie publicaba recientemente "The Next Day", el primer álbum de estudio en diez años, la vuelta a la vida en todos los sentidos, ahuyentando los bulos sobre su estado de salud, con una colección de canciones que hacen olvidar productos regulares como "Heathen" (2002) y "Reality" (2003); Iggy Pop ha estrenado álbum hace unos días, el tercero en su carrera, que firma como Iggy and The Stooges, titulado "Ready to die", tras el fiasco que supuso "The weirdness" (2007), y con Scott Asheton (único de la formación original vivo junto a Iggy), James Williamson, el quinto Stooge desde los primeros años 70, y Mike Watt (The Minutemen). Y un dato especialmente interesante que supuso el primer encuentro y posterior fricción entre ambos: la grabación y edición de "Raw power" (1973), álbum que produjo David Bowie, que estaba llamado a ser el tercer oficial de The Stooges, y que decepcionó notablemente a Iggy y los suyos.

Se cumple el 40º aniversario de un disco que fue también el principio de una historia que conduce irremediablemente al turbador Berlín de la segunda mitad de los años 70, y que con los años Iggy Pop corrigió. Nuevas masterizaciones de un repertorio donde las guitarras quedaron sordas en manos de Bowie y corrigiendo niveles para que trallazos del calibre del profético himno punk "Search and destroy" o el igualmente incendiario "Raw power", recuperaran la esencia primaria.

De vuelta a la pareja, ha sido una relación como el agua y el aceite, de acercamientos y rupturas. Bowie y Pop se han admirado y repudiado, y el pasado personal y profesional que les llevó a compartir más que un apartamento en la ciudad de Berlín entre 1976 y 1979. Allí gestó Bowie la trilogía berlinesa, los discos "Low" (1977), "Héroes" (1977) y "Lodger" (1979). Éste será el motivo de la citada película que con el elocuente título de "Lust for life", dirigida por Gabriel Range con guión de Robin French a partir de las biografías del periodista Paul Trynka ha realizado sobre ambos artistas: "David Bowie, Starman", licenciada en España por Alba Editorial; y "Open up and bleed", sobre las andanzas de la iguana de Detroit.

"Lust for life" es además el título del álbum y canción que Pop lanzaría en aquella vorágine berlinesa tras los años berlineses en los que de la mano de Bowie como amigo y productor lanzaría "The idiot" y el mentado "Lust for life," ambos de 1977, y que de la mano del director Danny Boyle tendría nueva vida como tema central de la banda sonora de "Transpotting" (1996) sobre la novela homónima de Irvine Welsh.

El relato de Paul Trynka sobre David Bowie es un lujo editorial y una joya no solo para los fanáticos de Bowie. Lo es también para quienes busquen claridad en lo que se cocinaba en Londres, Nueva York, Detroit o Berlín, y la fauna que entraba y salía de la vida de Bowie. No solo estaba Iggy Pop, también Mick Jagger o Lou Reed, quien terminaría igualmente seducido por Berlín y la espiral narcótica tras los años de explosión y gloria a los mandos de Velvet Underground, la Factory y los caprichos warlholianos que guiaron aquellos años de furia.

La primera vez que Bowie escuchó "I wanna be your dog" enloqueció y quedó prendado de aquella voz y actitud. La letra y el mensaje del tema que se incluía en el debut de The Stooges, con el sello Elektra en 1969, da el juego que cada uno quiera. Cuenta Paul Trynka que a Bowie le ocurrió algo similar con discos de Legendary Stardust Cowboy o Kim Fowley. Del primero y de su acercamiento a Iggy surgiría el personaje de Ziggy Stardust, que daría una nueva dimensión al británico en 1972. David Bowie conoció al entonces Iggy Stooge en 1971, una vez disueltos como tal Stooges, literalmente despedidos por la disquera que veía en ellos a unos posibles Doors más callejeros y menos lisérgicos, que grabaron dos álbumes de cabecera en la historia del rock, pero que tuvieron ventas mediocres y tibia popularidad. Se encontraron a peticion del británico. Sabía que era el líder de una salvaje banda de Michigan que se autodisolvió en el peor escenario narcótico posible presidido por la heroína. Abandonado a su suerte y con una afición por el caballo y otras sustancias, Iggy intentaba poner rumbo a una vida que no sabría a donde llegaría. Un cruce de miradas, gestos de divismo y miseria, y Pop recibió a brazos abiertos la propuesta de irse a Londres para firmar un contrato con Columbia, eso si tras completar la rehabilitación con metadona. Fue el principio de una relación que tras Londres y con mil viajes de por medio, les conduciría a Berlín para cocinar los episodios más brillantes de sus respectivas carreras. Tocaron juntos hasta que marcaron distancias. Nada ha sido igual desde entonces y ahora el cine los pone otra vez en contacto.