La milenaria tradición de los curros sigue viva en la sierra de A Groba y con relativa buena salud a pesar de los "zarpazos" burocráticos que la mantienen en vilo desde hace meses. Torroña fue ayer ejemplo de ello, tras la suspensión reivindicativa del año pasado en protesta por el decreto equino de la Xunta. Los ganaderos -que el viernes llegaron a un acuerdo con la Administración autonómica que les exime por el momento de colocar a los animales los microchips de identificación- volvieron a salir monte a primera hora de la mañana en busca de los caballos salvajes, los reunieron en el recinto de la rapa y llevaron a cabo, ya por la tarde, las labores de saneamiento y el marcado de las nuevas reses.

Cientos de espectadores asistieron con entusiasmo a una labor ganadera ancestral que ya es ante todo un espectáculo etnográfico aguardado con expectación en las comarcas del Val Miñor y el Baixo Miño. Y es que no por repetido impresiona menos al público la destreza de los "aloitadores", los hombres que miden sus fuerzas, cuerpo a cuerpo, con las "bestas" salvajes, criadas en libertad, para doblegarlas y liberarlas más tarde de parásitos recortando sus crines.

El marcado de los escurridizos potros, menos que en ediciones anteriores, tiene además para los aficionados el aliciente de que supone una garantía de futuro de una actividad en serio riesgo de desaparición.

El guión no cambia, aunque sí las circunstancias, cada vez menos favorables a la pervivencia de la tradición. Cada año se reduce más la cabaña de caballos salvajes en el sur de la provincia de Pontevedra, en parte por la escasa rentabilidad de la cría, que sobrevive casi exclusivamente por la pasión que ponen los ganaderos, y en parte por los gastos que conlleva (en seguros y, si la Xunta no aprueba la exención, en los microchips) y la cada vez más compleja burocracia que los propietarios deben tramitar.

De hecho, según los cálculos realizados por los ganaderos, en los últimos cuatro años el número de reses en libertad en los montes de A Groba se han reducido a la mitad. Buena parte de ellos, explican, acaban en montes de Portugal, donde existe un proyecto de recuperación del caballo garrano que muchos envidian. Otros acaban en mataderos y en las casas de sus propietarios, que los sacrifican para su propio consumo.

Para detener esta sangría, que amenaza la especie y pone en riesgo las populares rapas en la zona, la Asociación de Gandeiros de Cabalos da Serra da Groba han propuesto a la Consellería de Medio Rural la creación de un registro informático de las marcas a fuego tradicionales como alternativa al sistema de identificación electrónico, una posibilidad tolerada por la Comisión Europea y que debe autorizar el Gobierno autonómico.

Aunque todavía no han resuelto sus diferencias, las partes han acercado posturas en los últimos meses, por lo que, al menos este año, el calendario de curros en el sur de Pontevedra se mantiene inalterado. Así, el próximo domingo se celebrará el curro de Mougás, al que seguirán los de Morgadáns y San Cibrán, los días 16 y 23 respectivamente. La temporada acabará, como cada año, en O Galiñeiro.