Si en algún momento la editorial Marvel sintió que su reinado corría peligro, está claro que su alianza con la industria cinematográfica ha espantado toda duda. Hoy Marvel vive tiempos de inmensa popularidad gracias a las adaptaciones de sus personajes a la pantalla. La varita mágica de los efectos infográficos ha permitido que los hombres vuelen, lancen rayos o luzcan armaduras hi-tech con todo hiperrealismo. Paradoja, sí, hacer posible lo absurdo. Los tebeos, con la estilización del dibujo de autores como Jack Kirby o la elegancia de John Romita, hacían creíble lo ilógico, dejando claro que todo tebeo de superhéroes era una fantasía. Hoy el cine nos hace ver como que es real, que Iron Man vuela con sus propulsores y lanza chorros de energía por sus guanteletes.

La verdad, el cine ha reflotado la popularidad de esos iconos que parecían gastados. Y los tebeos Marvel siguen viento en popa. Al menos siguen, en fin, como acompañamiento de las cintas blockbuster. En estos momentos tenemos en pantalla "Iron Man 3", y al salir del cine podremos perpetuar el recuerdo de la gran pantalla con varios tebeos del Hombre de Acero (recomiendo esperar a junio, comenzar a disfrutar en tomos con la etapa del guionista Matt Fraction y el dibujante español Salvador Larroca, "El invencible Iron Man: las 5 pesadillas" será el primer volumen de un trabajo digno y entretenido).

Pero Marvel es mucho más que un comparsa de Hollywood. Su historia es válida por sí misma, sin necesidad de engancharnos a un personaje porque hayamos visto su última versión en pantalla oscura. En este sentido la editorial Panini (editora en España de Marvel) potencia el coleccionismo para una generación, la de los que crecimos leyendo superhéroes en los setenta y ochenta, a través de la recuperación de material clásico en tomos de lujo repletos de material histórico. El último es un libro dedicado al Spiderman de Stan Lee (su co-creador) y el dibujante John Romita. Con este ilustrador el hombre araña encontró su paradigma. Dibujante clásico y naturalista, definió a un superhéroe insertado en su tiempo, en la realidad socio cultural de Estados Unidos en los sesenta. No es ocioso que este tomo se titule "Spiderman, crisis en el campus". El héroe es un joven universitario y el sagaz Lee supo hacerlo creíble.

Antes que Spiderman, es un estudiante, enamoradizo, responsable, comprometido con su entorno. Un entorno beligerante (los sesenta, recordemos, tiempos para la protesta) en el que por supuesto habrá de enfrentarse a villanos pop de todo pelaje. Un equilibrio tan difícil como logrado (hacer con estos mimbres un tebeo chorras era fácil, lograr una obra maestra, no).

Y bien, aquel Spiderman, es historia. Un tebeo para lectores preadolescentes que en su día sentían cercano también en ambientes cultivados (universidad). Algo muy alejado al modelo que propaga hoy Marvel. El presente de la editorial es un ovillo de historias enredadas y personajes huecos o gastados, pretextos para hacer girar una rueda, la del dinero, que depende más del cine que de las ideas de guionistas y dibujantes y que atrae a fans pero difícilmente a nuevos lectores. Pero en un mapa global que bascula entre lo anodino y lo funcional (algunos de estos tebeos pueden tener un pase y entretienen, como el mentado "Iron Man") cabe advertir el goteo de trabajos excepcionales.

"Ojo de Halcón", de Matt Fraction y el vallisoletano David Aja, es ese oasis de calidad, excelencia incluso. Un cómic de superhéroes que sabe dar lo que siempre buscábamos los lectores de superhéroes: personajes con gancho, ciertas gotas de drama culebronesco (hay una tensión sexual no resuelta que engancha) y sobre todo historias trepidantes bien planteadas, entretenidas y que no precisan de un diccionario de la historia Marvel para ser disfrutadas por cualquiera.

Pero donde "Ojo de Halcón" da la campanada es en lo gráfico. David Aja siempre ha demostrado que tiene una imaginación desbordante, pero aquí ha afinado lo que parecía inmejorable (esto es, su carrera es un ascenso imparable y hoy por hoy, sin techo). En "Ojo de Halcón" vemos tales piruetas con la planificación que a veces se diría que genios de la inventiva como Chris Ware o David Mazzuchelli están soplándole ideas desde la nuca.

En el trabajo del ilustrador se advierten guiños a los videojuegos, páginas dignas de la experimentación radical del mentado Ware, homenajes refinados a clásicos de la ruptura, como Steranko, y una sensación de que Aja disfruta con las oportunidades que da el cómic como medio. Es excitante y emocionante, y devuelve a Marvel algo que prácticamente había perdido: la búsqueda del camino equidistante entre riesgo formal y entretenimiento universal.

Por cierto, cuando David Aja no está ahí, le sustituye otro español, Javier Pulido, estilizado y elegante.