Saskia Sassen (La Haya, 1949), la única mujer que aparece entre los diez primeros científicos sociales del mundo, y la tercera en recibir el "Príncipe" de Ciencias Sociales, recibió la noticia del galardón en Londres, capital a la que llegó el pasado martes procedente de EE UU. Saskia Sassen conserva un dulce acento argentino, país en el que vivió catorce años, y ríe varias veces. "En mis conferencias me dicen que la gente se ríe mucho", explica.

-Es holandesa, vive entre Nueva York y Londres. ¿Ve futuro a la Unión Europea?

-Lo que siempre admiré del proyecto de la Unión Europea fue el valor de la ley y de la negociación en su manejo de conflictos internacionales. En Estados Unidos se valora mucho más el poder militar y se confunde la diplomacia con lo militar. Es decir, ¡el mundo necesita una Unión Europea! Lo que critico es que la implantación del euro se hizo apresuradamente y un poco desde la perspectiva de la economía corporativa, y no de todo ese mundo económico europeo de pequeñas empresas, no financiadas por corporativas. A nivel político, los gobiernos de los países siguieron insistiendo demasiado en su poder, una cosa que va contra el flujo de la historia. Más allá de la idea de Europa hay un posicionamiento de los estados nacionales. La Unión Europea nos podría enseñar cómo dar más preeminencia a lo social en la relación entre estados y en el manejo de la unión, y no tanto al poder político de los gobiernos.

-¿En los movimientos sociales y políticos globales, qué papel desempeñan los parlamentos y los gobiernos de las democracias?

-Creo que en realidad hay dos globalizaciones, una es la del poder, que se centra en actores económicos, políticos y mediáticos. Y la otra es la de resistencias, las migraciones, la lucha por los derechos humanos, la cuestión del medio ambiente... Volviendo a su pregunta, una de las tendencias que veo, por la que también se me ha criticado, es que hay una especie de desarticulación del Estado nacional. Los gobiernos ganan un cierto tipo de poder en el que no hay mucho control público, y los parlamentos pierden el suyo. Hubiera querido que el Parlamento europeo ganase poder, pero gana la parte ejecutiva de la Unión Europea. Es un tema que he desarrollado en mi libro "Territorio, autoridad, derechos" (Editorial Katz).

-Se pierde calidad democrática.

-Lo que realmente me importa es reinventar las bases para las políticas formales, porque las informales, es decir, las de las multinacionales, las financieras o las de activistas, están en auge. Pierde el aspecto formal de los sistemas democráticos. El Ejecutivo ha ganado, pero articulado con los grandes intereses económicos y financieros y, en ese sentido, es un poder no democrático. En Estados Unidos el mal funcionamiento que vemos en el legislativo es una manifestación visible de lo que estoy diciendo. Está ganando el poder que decide prestar dinero a los bancos a un interés del 1%, mientras que los jóvenes tienen que pagar por un préstamo para sus estudios un interés del 15%.

-¿La crisis puede dividir a Europa?

-Yo encuentro que esto es una tragedia, en el sentido clásico del significado griego, algo que no debería haber pasado. La crisis económica es una crisis construida por el dominio del sector financiero. Creo que es importante recuperar la diferencia entre la banca tradicional -que vende el dinero que tiene- y las empresas financieras, que, en realidad, venden algo (algoritmos, instrumentos financieros) que requieren la financiación de lo no financiero (sean edificios, préstamos bancarios, deudas de los hogares, etcétera). La economía italiana, la española, son economías fuertes, con muchas pequeñas empresas que producen productos de alta calidad, con exportación a todo el mundo. No estaban en crisis. La crisis vino de otros ángulos, sobre todo no económicos. La misma crisis de la vivienda fue, en parte, un producto no del sistema económico, sino de la inversión especulativa financiera. Una componente ha sido la deuda de los gobiernos, que se han ido financiando generando renta para el sistema financiero y creciente deuda para ellos. Hay que recordar que muchos de los préstamos que pidieron los gobiernos nacionales y municipales estaban basados en derivados financieros y cuando éstos perdieron su valor en los mercados, los gobiernos se encontraron con deudas enormes.

-Las emigraciones es otro de los asuntos que usted analiza. En Inglaterra, la fuerte subida en las elecciones regionales del partido xenófobo UKIP está obligando a Cameron a replantear su política de tradicional acogida. ¿Hay que poner límites?

-Es un asunto que estamos abordando mal, la migración es una marea que va contra las fuerzas históricas. Europa es un continente criollo. El 40% de los ciudadanos de Viena son descendientes de emigrantes, y lo mismo sucede en Francia y en Holanda. Las migraciones son parte de nuestra historia, y debemos inventar nuevas maneras de gobernarlas. Todos los emigrantes son portadores de derechos, porque son ciudadanos de un país. Hemos desarrollado sistemas para respetar a las empresas extranjeras, ¿cómo es posible que tratemos a la gente como si fuera ilegal y a las empresas les demos todo tipo de facilidades? No hay ningún ser humano ilegal. Mucho del sentimiento contra la inmigración surge de la gran inseguridad económica que hay en todos los países y del empobrecimiento de las clases medias.