Luiza Karner era una enamorada del Camino de Santiago. Esta mujer australiana, que vivía en Houston (Texas), realizó ocho veces este peregrinaje a lo largo de su vida y cuando murió, el año pasado, pidió a su marido, el prestigioso geólogo Garry Karner, y a su único hijo, Stephen, que arrojasen sus cenizas en estas tierras. Padre e hijo comienzan hoy el camino para cumplir su promesa: recorrerán los cien kilómetros que distan de Sarria a Santiago de Compostela, donde esperan llegar el próximo martes y, desde ahí, tomarán rumbo a Fisterra, donde, al día siguiente, arrojarán al Atlántico, océano que une Galicia con América, las cenizas de su adorada Luiza.

"Luiza era una mujer muy espiritual, aunque no religiosa, y en cuanto tuvo la oportunidad de vivir esta experiencia no lo dudó", recordaba ayer Garry, que fue recibido antes de partir por la Asociación Cultural Amigos de la Vía de la Plata de Ourense.

La primera vez que esta mujer australiana escuchó hablar del Camino de Santiago fue durante un viaje a París para visitar a una amiga. "Hacía muy mal tiempo y se pusieron a ver la televisión. Entonces apareció la actriz Shirley MacLaine hablando de su libro sobre el Camino y a Luiza le impactó y desde ese momento se empeñó en vivir una experiencia así. Comenzó a leer ese libro y luego otros muchos antes de hacer su primer Camino, que fue en 1990, cuando ella tenía 52 años", rememora el geólogo. Ese primer peregrinaje a Compostela lo hizo en solitario, recorriendo el Camino Francés desde más allá de los Pirineos.

No le defraudó en absoluto y por eso no dudó en repetirla otras siete veces más hasta el año 2011; seis de ellas por el Camino Francés, una por la Vía de la Plata y otra por el Camino Portugués. "Ella nos contaba siempre que cada uno de estos viajes fue especial y diferente; le gustaba conocer a personas de otros países que encontraba en el Camino, el contacto con la naturaleza y la ocasión para reflexiona. Volvía siempre feliz, renovada en el cuerpo y el alma", asegura su marido. En los últimos dos Caminos fue además voluntaria en un albergue y estuvo durante tres meses ayudando a preparar las comidas, a limpiar y todo lo que hiciera falta.

La única pena que le quedó a Luiza fue no poder compartir esta experiencia con las dos personas que más quería, su marido y su hijo, pero nunca encontraron el momento adecuado para hacerlo. "Ambos trabajamos y conseguir seis semanas de vacaciones era muy complicado", justifican. Sin embargo, antes de morir, la mujer les pidió que llevasen sus cenizas a Finisterre, quizás una forma de conseguir que, en este último peregrinar, sí estuviesen los tres juntos.

Garry y Stephen, ambos geólogos de profesión, no han hecho nunca el Camino que hoy estrenan en Sarria pero aseguraban ayer sentirse "felices" por estar cumpliendo la voluntad de Luiza. "Es nuestra responsabilidad", afirman convencidos. Sin embargo, no parten de cero. "Mi mujer nos contó tantas cosas del Camino que muchos paisajes nos parece conocerlos ya, pero ella siempre decía que teníamos que vivir la experiencia nosotros mismos, y eso es lo que vamos a hacer", afirma Garry, encantado por el momento del trato que están recibiendo.

A lo largo de estos más de 10 años de peregrinajes, Luiza materializó en más de 30.000 fotografías las sensaciones que le despertaban sus viajes. Estas instantáneas se expondrán el próximo mes de septiembre en la Universidad Rice de Houston. En esa ciudad hay más de 200 peregrinos que se reúnen periódicamente. "Ella no era fotógrafa profesional, pero sí una aficionada muy buena; sus fotos son de todo tipo, de peregrinos, de albergues, paisajes, niños, iglesias, son fotos con carácter y yo creo que muy interesantes", concluye el padre.