Aún quedaba más de una hora para que empezara el concierto de Isabel Pantoja en el Benidorm Palace y la entrada de la sala estaba atestada de gente. Periodistas y seguidores llegados de todas partes aguardaban con la esperanza de lograr ver, antes del concierto, a la tonadillera. Pero ésta ya estaba dentro desde hacía dos horas.

A las 18.20 horas había entrado la de Triana en la sala de fiestas a prepararse para el recital. No era la primera vez que se subiría a ese escenario. Dos años antes lo había hecho agotando, como en esta ocasión, las entradas. Esta vez era distinto. Esta vez quien hizo famoso el verso "hoy quiero confesar" había sido condenada a dos años de cárcel y a pagar 1,1 millones de euros por blanqueo de capitales. Pese a ello, como apuntó el gerente del Benidorm Palace, Vicent Climent, "la Pantoja siempre es la Pantoja" y sus fans, fieles, no le fallaron.

Hasta el Club de Fans de la Pantoja, vendiendo sus fotos a un euro a la entrada de la sala, acudieron a la cita. Algunas de ellas (la mayoría llegadas de distintos puntos de la Comunidad Valenciana), se plantaron provistas de fotos de la cantante que vendían a un euro. Una ayudita para compensar los 50 euros que habían llegado a pagar por verla, y una ayudita más para la folklórica, pues provista la cola de sus fotos, el club de fans parecía mucho más grande.

Todos, asociados a un club o por libre, estaban deseosos de entrar a ver a su ídolo y quizá por ello, los nervios se dejaron notar cuando se abrieron las puertas, sobre las 20.30 horas, y comenzaron a desfilar por los pasillos dispuestos para regular las entradas los asistentes. Sus voces acaloradas despertaron el interés de la prensa. Pero eran meras discusiones sobre el orden de entrada, pese que todas estaban numeradas. Al fin, a las 21.33 horas, con todos en sus asientos, las luces se apagaron y sonaron los primeros acordes.

Con ellos, el júbilo. Con él, con un vestido largo, negro y con brillantes, ella. Poniendo la sala en pie, dándose pequeños golpes en el pecho para agradecer los gritos de "Isabel, Isabel" que la recibieron, tomando aire para cruzar las manos y arrancar el recital con la canción "Es mi madre", a la que le siguió "Pero vas a extrañarme" con su "si has decidido que te marchas de mi vida... tendré que vivir sin ti", acogida con aplausos en pie y gritos al unísono de "¡tú sí que vales, tú sí que vales!"

El clamor se hizo aún mayor a la tercera, "Buenos días tristeza", tras la que dedicó "Porque me gusta a morir" a todas las madres en su día. El concierto se prolongaría con la tonadillera dejándose querer. Gritando "Viva Benidorm" y acercándose al público, que le gritaba "¡ánimo!" y "te quiero" a los que ella respondía con frases como "y yo, no saben cuanto" y con las canciones más esperadas de letras con segundas interpretaciones, como "que se busquen a otra y que olviden mi nombre, los que me han perseguido, que se busquen a otra porque yo estoy herida".

Pero si en un momento dado el Benidorm Palace se vino abajo del clamor fue cuando la artista interpretó la ranchera "Tú a mi no me hundes", cuyo final cambió para decir, con énfasis "ellos creen que soy cobarde, porque no hablo, y piensan que me van a hundir, pero no me van a hundir".