¿Podrían imaginar siquiera por un instante a Mariano Rajoy con un flequillo postizo? No, porque somos de culturas diferentes. Ridiculizan a Obama porque se ridiculizó a sí mismo a cuenta de la imagen de su esposa. Pero es que ese flequillo no es cualquier cosa. La directora de belleza de la revista W confesaba hace poco que había recibido más correos electrónicos sobre el corte de pelo de Michelle Obama que sobre los Globos de Oro. Un delirio mediático. La propia Michelle, tras los Oscar, lo decía "Mi flequillo desató un debate nacional". Nos escandalizamos pero aquí somos peores. Piqué se rapa sobre un campo de fúbol y hay quien llama a los teleadivinos nocturnos y quien consulta a estilistas, entrenadores y psicólogos. No es broma. Que si se trata de una estrategia de distracción, incluso intimidación, al contrario. Que si es cosa de superstición, un talismán (si fue así, ya puede Gerard buscarse un trébol de cuatro hojas o comprarse un elefante con la trompa hacia arriba). Una promesa. Una apuesta. O que Shakira le dijo ven que se te va caer el pelo. Total, a lo mejor la explicación es más sencilla. Puede que Milan aún dé la noche y el hombre se quedase dormido en la peluquería.

El hombre ultrajado le decía a la mala mujer aquello de "devuélveme el rosario de mi madre". Seguía lo de "y quédate con lo demás" pero esa segunda parte ha caído en desuso. Isabel Pantoja, que es muy de tradiciones, lo ha recuperado, pero en vez del rosario ha reclamado el vestido que lucía su alter ego de cera. Ya saben que el Museo de Cera de Madrid, personaje que cae en desgracia, personaje que envían al almacén. O al horno. A saber. Como la tonadillera ha sido condenada, y sin esperar a ver si el Supremo o Estrasburgo escuchan sus coplas, hala, que arda en el fuego eterno. Pero sin los faralaes, que los cedió la artista y valen su dinero. Más ofensivo es lo del torero. "¿Retirarán a Ortega Cano?, le preguntan al director. "Lo retiraríamos -responde- pero es que nunca hemos tenido una figura suya". Culpado, y sin ostracismo cerúleo.

A la princesa le salió un absceso en las reales derrières, ustedes ya me entienden, el día que chocó con Peñafiel. Ser escaneada de arriba abajo cada vez que tiene un acto de relumbrón va en el sueldo, pero no hay que cebarse. Según el cronista, y la prensa internacional coincide, su tocado "parecía un sombrero que le hubieran tirado de un quinto piso". Se fijó en Letizia y no en el pastillero que llevaba la pobre Masako o el saco que vestía Camila, delfina ahí donde la ven, casada con el eterno delfín. O la barriga cervecera de algún príncipe, Alberto II por citar uno, más evidente porque no llevaba colgada del brazo a Charlene, que siempre tapa algo. Charlene estaba de viaje, dice el principado en comunicado oficial. Ya.

Entre tanto fasto real dos noticias podrían haber pasado sin pena ni gloria para la mayoría, pero no para los más avezados cronistas del corazón. Amador Mohedano, el hermano de la más grande, confirma en exclusiva que Rosa Benito y él se separan. Ah, pero ¿se están ustedes riendo? Y eso que no he dicho Belén Esteban y Fran el camarero se separan, he dicho Amador y Rosa. Y sin dejar los folclorismos, María del Monte ha vuelto a ganarle en los tribunales a Charo Reina. ¿No se acuerdan? Sí, que la tía del ex de Chayo Mohedado, la hija de los susodichos, fue por los platós diciendo que la examiga entrañable de Isabel Pantoja la vetaba. Esto es una guerra de peinetas.

La mujer que dijo una vez tengo unas cintas comprometedoras que harían temblar al país, dice ahora, en una entrevista en la revista "Lecturas" que "la única que sabe la verdad soy yo". Se refiere a las leyendas urbanas en torno a su persona que ella alimenta periódicamente. La que sabe la verdad es ella -y el o la que grabara las cintas-y el que no es Andrew Morton, autor del polémico libro "Ladies of Spain". En el tal libro habla Morton de Bárbara. Rey. Ella dice que todo lo que ha escrito son mentiras. Pero opina con desparpajo de las otras ladys. De Corinna. No de Corina, poetisa griega del siglo V antes de Cristo, ni de la musa de Ovidio. Ni tampoco de Corina, la niña pija que busca príncipe azul en un nuevo reality de Cuatro (no tienen idea buena, cómo aprovechan la circunstancia). Se dirige a la princesa Corinna, con dos 'n' por lo germánico. Le habla de rubia a rubia (¿no decía la aristócrata que era un hándicap?): "A lo mejor por eso tiene poco pelo, porque tiene muchas ideas y se le recalienta el casco", dice. ¿Tiene zu Sayn-Wittgenstein rala cabellera? ¿Ustedes se habían fijado? Menos mal que la murciana está en todo. Bárbara es.

"No podemos comprender el siglo XVII sin obras como 'El Quijote' de Quevedo ni la Guerra Civil española sin Manuel de Falla o García Lorca". Genoveva Casanova cambió la literatura española del Siglo de Oro de un plumazo. Lo de Cervantes no podemos pasarlo por alto, porque Genoveva forma parte de una familia que es pedazo vivo de la historia nacional. Y patrimonial. Y además porque la mejicana anduvo en amoríos con el hijo de Vargas Llosa y asistió con él a la entrega del Nobel, y dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición. El premio que le entregaba la peña periodística de las naranjas y los limones era por su contribución a la cultura y las artes, por cierto. Cayetano Martínez de Irujo, que también aspira a entrar un día en la historia, asistía impertérrito a la master class de su ex. Igual disimulaba, como los demás, incluso Tamara Falcó, eclipsada por la bella charra. Hasta que llegó Ana Rosa Quintana, otra viborilla que no deja pasar una, y antes que nada soltó "No puedo superar el discurso de Genoveva". Y luego, ella sí, sentó cátedra.