La chispa en las relaciones entre catolicismo y judaísmo salta constantemente en la historia de la Iglesia, acaso con un paréntesis de cierto sosiego durante los pontificados de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Los gestos de acercamiento por parte de Wojtyla fueron numerosos y, antes, Roncalli y Montini operaron simbólicamente sendos cambios en la oración de Viernes Santo que desde antiguo rezaba: "Por la conversión de los judíos. Oremos también por los pérfidos (infieles) judíos, para que el Señor Dios nuestro les quite el velo de sus corazones?". A continuación, se rogaba por el "pueblo ciego" para que "sea arrancado de sus tinieblas".

Juan XXII eliminó de dicho texto las referencias a la perfidia hebraica y a la ceguera, pero mantuvo la petición por la conversión. Y Pablo VI transformó dicha oración, dentro de la liturgia reformada, en otra que decía: "Oremos por los judíos: que el Señor Dios nuestro, que los eligió primero entre todos los hombres para acoger su palabra, los ayude a progresar siempre en el amor de su nombre y en la fidelidad a su alianza". Es decir, se eliminaba el deseo de conversión.

Sin embargo, bajo el pontificado de Benedicto XVI retornaron los quebraderos de cabeza. Primero, por levantar la excomunión a un obispo del cisma de Lefebvre, el británico Willianson, que después se descubrió como negacionista del Holocausto judío. Y en segundo lugar, porque Ratzinger modificó asimismo la citada oración de Viernes Santo, suavizando lo que había dejado prescrito Juan XXIII, pero manteniendo el ruego a Dios por la conversión de los judíos. De inmediato, la Liga Antidifamación, asociación de lucha contra el antisemitismo, censuró que Benedicto XVI siguiera empeñando a la Iglesia en convertirles al cristianismo.

Pues bien, unas pocas semanas después de su elección, ya ha saltado la chispa con el Papa Francisco. El Rabino Jefe de Roma, Riccardo Di Segni, ha criticado una homilía del Papa Bergoglio en la que hablaba de los discípulos de Jesús y los "judíos cerrados", no dispuestos a escuchar el nuevo mensaje cristiano. "La marca negativa referida al mundo judaico corre el riesgo de ser actualizada por escuchas desatentos", ha dicho Di Segni.

Sin embargo, Francisco es poco sospechoso de dureza hacia otras iglesias o religiones. De hecho, uno de los libros recién publicados acerca del nuevo pontífice, "Sobre el cielo y la tierra", recoge un diálogo del entonces cardenal Bergoglio con Abraham Skorda, rector de Seminario Rabínico Latinoamericano. En dicho libro, el ahora Papa le cuenta una interesante anécdota a su interlocutor judío: "Me invitaron los evangelistas a una de sus reuniones en el estadio Luna Park. El pastor evangélico pidió que todos rezaran por mí y lo primero que me salió fue ponerme de rodillas para recibir la oración y la bendición de las siete mil personas. A la semana siguiente, una revista tituló: "Buenos Aires, sede vacante. El arzobispo incurrió en el delito de apostasía'".