-Pese al éxito, no ha renunciado a actuar en lugares recogidos. ¿Se encuentra más cómodo estando más cerca del público?

-De alguna manera, uno tiene que cavar mucha mina para después llegar a los grandes teatros. Un gran teatro cuenta con el recogimiento de la gente que está sentada en la butaca y que presta mucha atención. Y lo que tiene un local pequeño es precisamente la cercanía: puedes tocar al público con la mano. Evidentemente, la formación musical es más reducida, pero a la vez crea esa intimidad que hace que la gente entienda mejor cómo se han hecho las canciones.

-Canciones que nacen y toman forma en un bar de copas por las mañanas...

-Sí, siempre he tenido amigos que me han prestado su bar por las mañanas, cuando están las limpiadoras en plena acción. Y así hemos prescindido de sentirnos constreñidos por acudir a una sala de ensayos. El bar nos da cierta libertad; es un lugar en el que siempre queda un poco de la magia de la noche anterior.

-¿Cómo definiría su tercer trabajo discográfico?

-Es un disco que incide en nuestro estilo. Los mares de China era un disco más ecléctico, cada canción venía de su padre y de su madre. Después, en Todas las calles, intentamos que cada tema fuera una pequeña película sonora: con una historia, un desarrollo, una línea dramática... Y en este tercero hemos tratado de sacarle punta al lápiz con la intención de mezclar los géneros y pasarlos a todos por el mismo tamiz.

-¿Cómo está funcionando?

-De maravilla. Cada vez que tenemos una actuación la gente sale encantada y colgamos el cartel de no hay entradas. El estreno del disco en el teatro Fernán Gómez en Madrid fue fantástico, también lo ha sido en el resto de la gira española.

-Y en verano toca conquistar Latinoamérica.

-Sí, tenemos fechas en Venezuela y México... Además, se está produciendo un efecto retroactivo con este tercer trabajo: la gente que empieza a conocerme por La menor explicación intenta conseguir Los mares de China. Estamos pensando en hacer una reedición de mi primer disco.

-Aunque lo malo es que ahora costará un 21% más...

-Ese 21% de IVA nos ha hecho polvo a todos. De una manera absurda, además. Porque cada vez que se mueve un artista se mueven varios sectores, como el que alquila furgonetas, las gasolineras, los restaurantes, los hoteles... Si al sector del ladrillo se le pusiera ese 21% seríamos un país rico. Con esta medida lo único que se está fomentando es un país inculto. Seremos un país inculto en un par de generaciones. Los hijos de nuestros hijos serán personas incultas, con los peligros que eso conlleva.

-¿Y qué opina de la reforma de la ley de propiedad intelectual?

-Como miembro de la SGAE, soy de los que estuvo muy de acuerdo con la ley de transparencia y con la elección de la comisión de transparencia por parte de la nueva gestión de Antón Reixa. Estuve en la famosa asamblea de los 800 en Madrid cuando se debatieron estos temas. Creo que la piratería es un asunto muy complejo y que se están consiguiendo grandes avances. Tengo esperanza en que se acabe con una época de comportamientos corruptos en todos los planos: político, institucional y personal.

-¿El éxito le ha dado la libertad para hacer su música sin estar pendiente de las exigencias de las discográficas?

-Desde un primer momento, eso formaba parte del acuerdo que hice con mi compañía, El Volcán Música, que entiende que hay que darle libertad al artista. Es una compañía pequeña, con cuatro empleados, y siempre trabajamos en común. Yo puedo opinar sobre la portada del disco, sobre el tipo de imagen que queremos dar... Y entre todos trabajamos, a través de una lluvia de ideas, tanto en buscar el título del disco como en dar forma a la estrategia de marketing, comunicación...

-¿Y no le han salido novias con cara de multinacional?

-Tras hablar con varias de ellas me decidí por El Volcán Música precisamente por la libertad que me daba. Alguno que otro sí que ha salido, pero estoy a gusto donde estoy. Un señor muy importante de una multinacional me dijo que se arrepentía de no haberme fichado.

-El que no se arrepiente es usted, que mantiene su independencia a buen recaudo...

-Totalmente. No tengo que pedir audiencia para hablar con el jefe. Yo voy cada vez que quiero a la oficina de mi compañía, charlo con mi gente y tengo una relación como la de una familia que se quiere mucho.

-¿Cómo pasó del funky al tango de Goyeneche o Chavela Vargas?

-Yo renegaba de todos los géneros antiguos, pero con el paso de los años ha habido una evolución y después de hacer tres discos con el grupo Sur SA volví por esos derroteros.