Si no viniera firmada por Walter Hill, "Una bala en la cabeza" podría ser despachada con aprecio de saldo, pero este director es todo un señor que en su momento se negó a dirigir la última película de su adorado John Wayne porque no quería ser "responsable" de su muerte en la pantalla. Un hombre que respeta sus clásicos de tal forma y sin perder casi nunca las formas, por malo que fuera el guión, merece un buen trato aunque en su filmografía haya no pocos baches y sus aciertos hayan menguado con el paso del tiempo ("Driver", "La presa", "Límite 48 horas", "Forajidos de leyenda"). Que vuelva a la gran pantalla tras una década de alejamiento (motivado, imaginamos, por el fracaso estruendoso de sus dos últimas películas) debería ser motivo de alborozo porque en ese tiempo no se ha quedado plano sobre plano y ha regalado dos joyas de la televisión: la miniserie "Los protectores", un brioso western a la antigua usanza, y "Deadwood", serie magistral decapitada antes de tiempo. Salía cara.

Por desgracia, "Una bala en la cabeza" no deja de ser un nuevo pero viejo intento de Stallone por reparar su averiada carrera tirando de la nostalgia con la que atraer a sus antaño jovencitos seguidores. Es decir: acción sudorosa y sangrienta sin alardes de efectos digitales y con mucho tiro sucio, bastantes golpes bajos y frases que supuran testosterona entre fiambre y fiambre. A Hill se le va la mano a veces con la cámara para demostrar que puede ser más moderno que nadie, pero en líneas generales mantiene el tipo como director sensato que va directo al plano, maneja con soltura los tiempos y no se regodea en la violencia. E incluso se permite pequeños, casi tímidos, autohomenajes, como la presencia (una vez más) de un Winchester, o una secuencia con concierto incluido que remite a "La presa." Sin olvidar la relación entre dos personajes opuestos condenados a entenderse para salvarse el culo. También se pueden encontrar jirones de su filmografía en una violentísima pelea de gallos con piernas junto a una humeante piscina, y guiños a colegas de generación como el Coppola de "Apocalypse now", con cierta irrupción llameante de las aguas. Con sus frases lapidarias, que en la boca de Stallone se retuercen hasta ser autoparódicas, y su escasa querencia por el sentimentalismo, Una bala... resulta moderadamente entretenida en su acumulación de tópicos y personajes acartonados, con un protagonista convertido en caricatura de sí mismo y un malo bulldozer que por algo hizo de Conan: con un hacha acongoja al más pintado.