El Papa Francisco cumplió las expectativas y puso negro sobre blanco la apuesta estratégica que había esbozado en sus primeros días en la Cátedra de Pedro. En la misa que marca el inicio oficial de su Pontificado, ante unas 200.000 personas y mandatarios de 132 países, Jorge Mario Bergoglio sintetizó ayer su programa de gobierno en la palabra "servicio", y lo centró "especialmente" en "los más pobres, los más débiles, los más pequeños".

"Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz", subrayó en su homilía el Pontífice argentino, situándose en primera línea del compromiso adquirido con todos los congregados en la Plaza de San Pedro y con los 1.200 millones de católicos a los que lidera desde el pasado miércoles.

El Papa no se quedó en las palabras. En el recorrido por la plaza -llena, pero no abarrotada- que había realizado antes de la ceremonia, hizo detener el "papamóvil" para bendecir y besar a niños que estaban en brazos de sus padres y llegó a bajarse del "jeep" para hacer lo mismo con un discapacitado. Los encargados de la seguridad de Bergoglio ya están acostumbrándose a vivir al borde de un ataque de nervios. "Se le ve tan cómodo en su nueva responsabilidad que tal parece que nació Papa", observa una asturiana residente en Roma que ha seguido muy de cerca la trayectoria de los últimos Pontífices.

Francisco no desprovechó la ocasión que le brindaba la presencia de tantos dignatarios. Se dirigió explícitamente "a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social", así como "a todos los hombres y mujeres de buena voluntad". A todos ellos les pidió que "seamos "custodios" de la creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro".

Por vez primera desde que fue elegido 265º sucesor de San Pedro, Francisco dio lectura a un texto escrito sin añadir improvisaciones. La homilía se centró en la figura de San José, pues ayer se celebraba su festividad. De hecho, las primeras palabras del Papa fueron de felicitación a "mi venerado predecesor", en alusión a Joseph Ratzinger, recuerdo que arrancó un aplauso de los fieles. Más tarde, Bergoglio telefoneó a Ratzinger para transmitirle personalmente sus buenos deseos por su onomástica. El sábado almorzarán juntos, encuentro que dará lugar a una imagen nunca antes vista: la de dos papas vivos.

Al hilo del relato evangélico sobre el papel de José como protector de Jesús y de María, el Papa concluyó que "la misión que Dios confía a José" no es otra que "la de ser custos, custodio". Y la idea de la custodia la transformó -citando a Juan Pablo II y a San Francisco de Asís- en una petición de "respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos".

Cada Papa marca los acentos del Pontificado con su propia personalidad y sus circunstancias. Frente a las apelaciones a la razón que trufaban los discursos del alemán Benedicto XVI, el Papa Francisco hizo énfasis en su condición de latino al subrayar que "no debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura". Y dejó patente que no vive en el país de las maravillas al lamentar que, "por desgracia, en todas las épocas de la historia existen "Herodes" que traman planes de muerte.