Una chimenea que boqueará humo negro o humo blanco. Ese será desde la tarde de hoy el gran icono del planeta. Roma se convierte por unos días en el centro de la atención mundial. Un acontecimiento en el que frívolas «quinielas» sobre individuos de los que muchos apostantes no tenían noticaa hasta hace pocos días se mezcla con el más profundo fervor religioso. Se busca Obispo de Roma, Sumo Pontífice, Jefe del Estado Vaticano. Se busca al líder espiritual de 1.200 millones de católicos dispersos por los cinco continentes. Al propietario de una voz que, ya sea para discrepar, ya para concordar, es escuchada en los más recónditos rincones. Se busca al sustituto de Benedicto XV. Desde las cuatro y media de esta tarde, se busca al 266 sucesor de San Pedro, a aquel que, desde la perspectiva de la fe, es el vicario de Jesucristo en la tierra.

Un total de 115 cardenales procedentes de 50 países -cinco de ellos españoles- se encerrarán a partir de hoy para llevar a cabo esa elección. El segundo cónclave del tercer milenio comienza sin un favorito claro y con el dilema de volver a la senda de la historia secular, eligiendo a un italiano, o ampliar el paréntesis que en 1978 abrió el polaco Karol Wojtyla (hoy más conocido como beato Juan Pablo II) y que en 2005 prorrogó el alemán Joseph Ratzinger.

Si todo transcurre según lo previsto, la «fumata» de la tarde de hoy será negra. A partir de mañana por la mañana, ya todo será posible. Por vez primera en casi seis siglos, la elección se llevará a cabo con el anterior Papa vivo. El pasado 11 de febrero, Ratzinger hizo pública su renuncia, que fue efectiva el día 28. Desde entonces, reside en el palacio de Castel Gandolfo a la espera de que se le acondicione su futura vivienda en el Vaticano, donde llevará -según él mismo ha subrayado- una vida no de clausura pero sí de absoluta discreción.

Los cardenales concelebrarán a las diez de la mañana de hoy, en la basílica de San Pedro, la misa votiva Pro eligendo Pontifice. Será oficiada por el cardenal decano, Angelo Sodano, quien, al tener 85 años, no formará parte del cuerpo electoral. Los purpurados entrarán en la Capilla Sixtina a las cuatro y media de la tarde. Tras las letanía y el canto del "Veni Creator Spiritus", con el que invocarán la ayuda del Espíritu Santo, procederán al juramento por el que se comprometerán a mantener el secreto de todo lo que se diga o haga, y también a defender fervientemente los derechos espirituales y temporales de la Iglesia en caso de salir elegido. A continuación, el Maestro de Ceremonias Pontificias, Guido Marini, pronunciará la frase "extra omnes" y todos los ajenos al cónclave saldrán.

Antes de comenzar a votar, el anciano cardenal maltés octogenario Prosper Grech pronuncie una meditación sobre los problemas de la Iglesia y la elección del Papa. Después se procederá a votar. No es obligatorio que se haga en esta primera jornada, pero según el esquema facilitado por el Vaticano ya hoy tendrá lugar la primera votación. Si hay Pontífice. el humo será blanco; en caso contrario, negro. Si las previsiones se cumplen, y la fumata de esta tarde es negra, habrá que esperar a mañana, cuando están programadas dos votaciones por la mañana y otras dos por la tarde. Para ser elegido son necesarios dos tercios de los votos de los cardenales electores en todas las votaciones. Al ser 115, se necesitarán 77 votos.

Benedicto XVI fue elegido el 19 de marzo de 2005, en la cuarta votación; Juan Pablo II el 16 de octubre de 1978, en la octava; y Juan Pablo I el 26 de agosto de 1978, en la cuarta. Ningún cardenal se atreve a pronosticar cuánto durará el cónclave ni qué candidato suena más fuerte. Los papables que más suenan son el italiano Angelo Scola, de 71 años, arzobispo de Milán; el brasileño Pedro Odilo Scherer, de 63 años, arzobispo de Sao Paulo; el canadiense Marc Ouellet, de 69 años; y el arzobispo de Boston, Sean O'Malley.

Aloisius Ratzinger ya descansa. Regresó del desordenado Vaticano a Castel Gandolfo, allá en lo alto, lugar de muchas flores y luz, que hasta los fantasmas son transparentes y huelen a rosas. Pasar del desorden al orden, eso siempre hizo Ratzinger. Su primer renuncio fue escapar de la "desordenada" Tubinga; el último fue renunciar al Papado desordenado. Eterno lamento germánico: ¡Cómo puede haber justicia allí donde hay tanto desorden!

Los cardenales electores el 19 de abril de 2005 no repararon en esa pulsión ciega del luego Benedicto y el Espíritu Santo nada dijo por su lengua de fuego. Sólo el cardenal Sodano, de muchos perendengues, balbuceó algo, pero no le hicieron caso; acaso la única vez que no se atrevieron a llevarle la contraria ¡Qué listo fue y es! (Sodano, naturalmente).

Allí, mirando al lago como un cisne blanco, mi bendito Benedicto pasa las horas leyendo las "estéticas teológicas" de su compatriota Urs von Balthasar, y medita sobre los tres requisitos, femeninos, de "lo bello": integritas, proportio y claritas. Borges, por ciego, vio, con vista de lince, que el peligro de los teólogos era "pasarse", y que, en vez de "hacer" teología, acaben haciendo sublime literatura, la del género fantástico, de tanta imaginación.

No hay duda de que Benedicto XVI no fue un Papa-Borgia; ¿Habrá sido un Papa-Borges? No lo sé y que, aunque acierte ¡Dios me perdone!