Tras atravesar en el recibidor del Mar de Vigo la "Vigourmet", los (pocos) asistentes al concierto ocupaban sus plazas esperando a esta singular pareja en su concierto vigués: Raimundo Amador y Javier Vargas. Para la historia de la música popular nacional, dos referentes del Nuevo Flamenco y del Blues, respectivamente. En mi podio personal, confesemos, Raimundo es y será "La Guitarra" de este país,danzando entre flamenco y blues, sólo superado en magisterio y duende, acaso, por Paco de Lucía.

La Vargas Blues Band, por su parte, lleva dos décadas largas haciendo lo que su nombre dice a gritos: blues eléctrico clásico.

Dos figuras con corazón "blue" viviendo en la piel de toro llevaban a un final de ecuación lógico: compartir escenario. Raimundo es amigo de hacer amigos. Algunos tan alucinantes como Howe Gelb (líder de los interesantísimos "Giant Sand") y otros más naturales aunque menos excitantes, como la Vargas Blues Band. Aunque tocasen por separado (salvo en los bises).

Abrió puntual la banda de Vargas con sonido potente y rotundos en escena, con la voz percutiente del norteamericano Bobby Alexander. Y tras una hora de blues muy eléctrico y con regusto a guitar-hero a la Santana de Vargas, Raimundo salió a escena con un "Buenas noches Vigo" y arrancando rápido por duende jondo. Esos sí, con su guitarra eléctrica. Cajón, palmas y los dedos de Raimundo, algo vertiginoso capaz de bailar del blues a unas bulerías sin despeinarse. O de versionear canciones de Triana para llevarlas a ese terreno tan suyo del flamenco blues. O para hacer solos prodigiosos y juguetones como niños traviesos. O, lo mejor, para recuperar un par de temas de, como dijo el propio Amador, "los Pata", como un "Camarón" que ya es historia de nuestra música.

Si el blues de Vargas es canónico, detallista y virtuoso pero plano (aunque ese virtuosismo encantó a su parroquia), lo del ex Pata Negra fue otra cosa. Fue gloria bendita.