Si hubiera que redactar un manual para elaborar "quinielas" de papables, el correspondiente al próximo cónclave -que probablemente comenzará el 11 de marzo-, será el más complejo de todo el siglo XX y lo que va del XXI. Antes, hasta el siglo XIX y los primeros años del XX, un factor determinante de las elecciones papales había sido el influjo de los poderes terrenales -los gobernantes de grandes imperios, estados o naciones-, pero ese elemento desapareció hacia la Primera Guerra Mundial y dio paso a unos cónclaves en los que la voluntad de los cardenales se ha guiado por factores ya clásicos de los elegibles (edad, posturas eclesiales, condición de curiales, etcétera).

Pero el conclave de 2013 topa con una circunstancia inédita en toda la historia de la Iglesia: las renuncia del Papa Benedicto XVI con plena consciencia de su decisión y sin presiones exteriores, sino por razones de salud disminuida (estas circunstancias no se han dado en ninguna de las otras 10 renuncias papales acaecidas en la historia de la Iglesia). Y ha sido esa sorpresiva renuncia de Benedicto XVI (pero no descartada desde hace dos años), la que ha causado factores nuevos que, aunque de modo inverosímil, habrían de incluirse en el manual de "quinielas" papales.