El sefardí, la lengua que los descendientes de los judíos expulsados de los reinos españoles en 1492 han mantenido hasta nuestros días, "desaparecerá totalmente como lengua materna, pero sobrevivirá de otra forma". Es el pronóstico que emitió ayer en el Club Faro el historiador israelí Abraham Haim, uno de los mayores expertos mundiales en sefardí. Para este historiador de origen sefardí, hoy existe un apoyo estatal y un entramado cultural e institucional que evitarán el fin del judeo-español, cuyo número de hablantes disminuye cada década. "Ya no será una lengua que acompañe al israelí desde su nacimiento hasta su muerte -lamentó-. Mis hijos ya no saben nada de ella".

Haim (Jerusalén, 1941) fue presentado por María Gloria de Antonio, doctora en Historia Medieval y ganadora del premio Samuel Toledano 2008 por su libro "Los judíos en Galicia (1044-1492)". El investigador israelí, licenciado en Historia del Medio Oriente y en Lengua y Literatura Árabe por la Universidad Hebrea de Jerusalén, recordó que los judíos que vivían en los reinos españoles no tenían una lengua propia hasta su expulsión, promulgada el 31 de marzo de 1492. "Los que vivían en Aragón hablaban castellano o catalán; los que estaban en Galicia hablaban gallego... -explicó-. El gran cambio ocurre después de la expulsión".

Los judíos expulsados por los Reyes Católicos tuvieron solo cuatro meses para vender sus bienes y marcharse a lugares como Marruecos, Túnez, Argelia, los Balcanes y Siria. "Había judíos conversos en la tripulación de Cristóbal Colón -destacó-". Tras ser expulsados, y sin mantener ningún contacto con España, los sefardíes siguieron amando su tierra, Sefarad, y conservado su lengua, que fue adoptando vocablos de los países en los que se fueron asentando a lo largo de estos cinco siglos, como Turquía y Grecia, así como del propio hebreo.

Abraham Haim, que es presidente honorífico del Centro de Estudios Medievales de Ribadavia, señaló que cualquier hispanohablante "entendería un 95 por ciento o más de una conversación entre dos mujeres sefardíes, salvo palabras que no existen en el castellano antiguo ni en el actual, y considerando que hay palabras en las que las consonantes cambian de lugar", como "tadres" en lugar de "tardes".

Alrededor de 1620 cristalizan las distintas lenguas de la diáspora sefardí. En el norte de África se desarrolló un lenguaje judeo-español con influencia del árabe y del bereber, el haquetía.

El experto en sefardí puso algunos ejemplos de palabras del sefardí que recuerdan o son idénticas a otras del gallego, el portugués o el catalán actuales, como "agora" (ahora), "preto" (negro), "fierro" (hierro), "facer" (hacer), "mercar" (comprar), "daínda" (todavía) y "a vagar" (despacio).

También citó vocablos procedentes del turco, del griego y del hebreo. En concreto, del griego adoptaron palabras que designan dos objetos que no existían a finales del siglo XV, cuando fueron expulsados los judíos de España: "piron" (tenedor) y "utilla" (plancha).

Resultó también curioso comprobar que todos los días de la semana se dicen igual en español que en sefardí, salvo "sábado", que se designa con su vocablo original hebreo, "shabat"; y "domingo", que por su referencia cristiana al "día del Señor" no se emplea, y sí una palabra de origen árabe, "jat". En judeo-español, la propia palabra "Dios" pierde la "s" para evitar la idea de una pluralidad de divinidades, y se dice "Dio".

Abraham Haim señaló que su abuela, nacida en la década de 1880, no sabía leer ni escribir, pero tenía el sefardí como lengua materna y afirmaba hablar "español". Así es como este experto internacional aprendió el sefardí. "Lo aprendí pasivamente pero no lo utilizaba", reconoció.

Las lenguas de cada país de destino (el inglés en Estados Unidos, el francés en Francia...) fueron haciendo desaparecer los hablantes de sefardí, aunque en la década de los 70 del siglo pasado se produjo "un renacimiento de este legado". Comenzaron a grabarse romances y refranes, se publicaron tesis doctorales y proliferaron las revistas, las exposiciones, los museos...

En 1996, el Parlamento Israelí aprobó una ley que creó la Autoridad Nacional del Ladino y su Cultura, con un presupuesto público garantizado.