De padre español y madre francesa, Anthony Pastor nació en el país vecino, pasó su adolescencia en Madrid y posteriormente estudió artes decorativas en París. También trabajó en Inglaterra. Una vida inquieta que manifestó muy temprana afición al cómic, pese a ganarse la vida pintando escenografías teatrales, por ejemplo. En 2006 publica su primera novela gráfica (" Ice Cream") a la que seguirían más trabajos hasta este " Castilla Drive" ( Editorial La Cúpula), su cuarta obra y primer trabajo publicado en España.

A la luz de "Castilla Drive", los caminos de las editoriales se nos pueden antojar misteriosos, porque sin duda esta novela gráfica negra atesora muchas virtudes y reclamos para conseguir no pocos lectores. Para empezar, es un "noir", ese género de crímenes y retrato social que nunca deja de estar de moda. Cercano al espíritu de los hermanos Coen cuando se acercan al género (es inevitable evocar " Fargo" leyendo" Castilla Drive") y también a ejemplos de cómic tan reconocidos como " Balas Perdidas".

La historia

Sally Salinger vive manteniendo el negocio de su desaparecido marido, una agencia de detectives que apenas le da para mantener a dos hijos. Pero aunque Sally solo investiga casos menores (adulterios, estafas) su último caso va a trastocar las cosas. Osvaldo Brown quiere averiguar quién intentó matarle por curiosear en un oscuro almacén.Y así comienza una investigación que arrastra como viaje iniciático a los personajes hasta su desenlace. El relato se alimenta de numerosos aciertos e ideas brillantes. Los personajes espléndidamente definidos y magníficos sin excepción, son todos complejos dentro de su nacimiento como tópicos de serie negra.

El dúo protagonista, la investigadora y Oswaldo Brown, el hombre que acude al despacho de aquella, arrastran dobleces, son inseguros y cargados de matices. Los secundarios están perfectamente perfilados y tienen peso en la narración. El marco, un pueblo inusualmente nevado (porque casi nunca nieva en Trituro... los gentilicios también son mimados por Pastor); una ambientación incierta pero que diríamos ochentera; una tensión criminal que sin embargo esconde segundas lecturas y se aleja hábilmente de los tópicos.

Anthony pastor ha creado una obra modélica dentro de su categoría, pero alejada de los lugares comunes, más centrada en la creación de personajes que en resolver misterios y situaciones criminales. En retratar un ambiente casi claustrofóbico y los que lo habitan. Lo hace, además, con una técnica depuradísima, donde el modelo obvio, el Mazzuchelli de " Daredevil Born Again" (ese que buscaba el naturalismo dentro de un tebeo de superhéroes), se conjuga con una personalidad que gusta del clasicismo. El color expresivo, con una gama cromática cuidada, resulta imprescindible.

Y la dinámica composición (salvo las viñetas a toda página, se diría que no hay planificaciones repetidas en estas 158 páginas) hace la lectura enormemente fluida. Parece que no exista el ejercicio de estilo, que todo fluya espontáneamente, pero está claro al observar ese cuidado por dinamizar la lectura mediante el diseño, que Pastor no da puntada sin hilo y sabe lo que hace. Y lo que hace es un tebeo que debería estar en la biblioteca de todo amante del género negro. Y del buen cómic.