"No hay amistad si el amigo no acepta al amigo tal cual él es. No hay amistad sin la aceptación de uno mismo". La reflexión de Léon Werth (1878-1940) aparece en un libro que dedicó al autor de El Principito bajo el título de Saint-Exupéry tal como yo lo conocí, publicado en 1948 y que presenta cartas de ambos, un pequeño diario en el que figura la incerteza de Werth sobre la suerte de Exupéry y unas páginas sobre su condición humana.

En él, Werth señala que Antoine "hizo de la aviación una forma de poesía. Fue el arcángel entre el cielo y la tierra". De Tonio, como llamaba a Antoine, también dice: "Ofreció tanto, incluida su vida" , para añadir: "Le debo mucho; me ha devuelto mi juventud; yo la había perdido y él me regaló otra".

Años antes, en 1943, Exupéry dedicaba a Werth El Principito de una forma inolvidable diciendo que era su mejor amigo, una persona "que podía comprender todo, hasta los libros para niños". Como colofón, añadía: "Esta persona grande vive en Francia, donde tiene hambre y frío. Tiene verdadera necesidad de consuelo". En aquellos días, Léon Werth -comunista y de origen judío- se refugiaba en Jura escapando de la exterminación en la Francia ocupada. Desde esa aldea próxima a Suiza, escribe Saint-Exupéry, tal como yo lo conocí. En el diario del 9 de agosto de 1944 firma el texto desolador "Son las once de la noche. Escucho vagamente la radio. De repente, oigo: 'El piloto francés Saint-Exupéry, que pertenecía a una formación disidente, desaparecido al término de una misión en Francia'. Veo la caída de un avión desamparado. Veo su cara. Pienso en tantas horas de amistad. (...)Busco razones para esperar. Es para tener menos pena. Pensamientos estúpidos: dudar de él, es traicionarlo. Yo espero. Ha caído herido. Está siendo curado por los campesinos.