-Martino, ¿cómo estás?

-Bien gracias a Dios. ¿Y Su Santidad?

-Ya ves cómo estoy.

Martín Méndez Camino, religioso de la orden de San Juan de Dios y director de la farmacia vaticana, aún recuerda el último encuentro que tuvo con el papa hace dos años. Fue breve, apenas un saludo, pero muy cordial. En esa ocasión, el religioso ourensano, que vive en el Vaticano desde hace 38 años, vio en plena forma al pontífice, algo que no ratifica ahora.

"Últimamente, se le veía muy cansado, especialmente de quince días a esta parte. En la celebración de la Candelaria apenas podía caminar, pero él era un hombre muy suyo y no se lamentaba", reconoce el religioso desde la farmacia vaticana. Reconoce Martín Méndez, fray Martino como le llaman en Roma, que el anuncio de la renuncia le pilló por sorpresa -"Como a todos", puntualiza-, por inesperada, pero que conociendo al papa Ratzinger -y el religioso gallego fue su enfermero cuando era cardenal- no resulta tan inaudita.

"Ha sido una noticia inesperada para todos, que por otra parte muestra la grandeza de este hombre. Gobernar la Iglesia es una gran responsabilidad moral y material y renunciar porque considera que no puede hacerlo y que es mejor que siga otra persona más capaz es una decisión admirable. Él estuvo muy cerca de Juan Pablo II durante su enfermedad, cuando parece que le propusieron que renunciara y Benedicto XVI no quería pasar por lo mismo. Él siempre dijo que sería papa mientras pudiera. Ha sido coherente. Benedicto XVI y Juan Pablo II han dado dos lecciones distintas sobre cómo servir a la Iglesia, ambas igual de respetables", argumenta el religioso, quien recuerda al papa alemán como un hombre sencillo, atento y respetuoso.

"Te miraba y te atendía cuando hablabas. Cuando era su enfermero, muchas veces me recibía en la puerta y me acompañaba cuando salía. Otras le escuchaba tocar el piano... Recuerdo una vez que me llamó de madrugada y cuando llegué me dijo: 'Martino, no te he llamado por mí. Es la señorina (su secretaria) quien no se encuentra bien", evoca el responsable de la botica del Vaticano. Cuando asumió el pontificado, el personal sanitario encargado de atenderle cambió, aunque no por ello Ratzinger se olvidó de su antiguo enfermero. "Cuando atravesaba la plaza y me veía, siempre me saludaba con una sonrisa", continúa Martín Méndez.

No cree que detrás de la renuncia del papa haya que buscar más motivos que los alegados de la salud. "El papa ha creído que ya ha dado lo mejor que ha podido al servicio de la Iglesia y que ahora, con su inteligencia plena, ha llegado el momento de retirarse, y esto es respetable y admirable", insiste.

En cuanto al proceso que se abre tras la renuncia del papa alemán, el boticario se muestra tranquilo, convencido de que tras la "fumata blanca" se anunciará el nombre del mejor sucesor para hacerse cargo de las riendas de la iglesia católica. Esta tranquilidad se la da el haber sido enfermero del papa durante 25 años y haber asistido a Pablo VI y a Juan Pablo II -el breve pontificado de Juan Pablo I le sorprendió fuera de Roma- con quien vivió uno de los episodios más dramáticos de su vida: el atentado contra el pontífice en 1981. "Perder un papa es algo que puede pasar en cualquier momento. En esta ocasión sabemos cuándo se va, el día 28 a las ocho de la tarde", comenta el religioso, que reconoce que ya se baraja sobre los posibles sucesores de Benedicto XVI.