A Hitch(cock) le complacía romper esquemas. Inseguro y frágil, el fracaso le afilaba el talento al máximo: tras el fracaso de "Vértigo" huyó hacia delante y se metió hasta las trancas en la histeria de "Psicosis". Hoy parece un cuento de hadas para un espectador criado a la sombra de "Saw" y demás casquería, pero entonces rompió moldes y escarbó en los sótanos de Hollywood para ofrecer algo nuevo, distinto: aterradoramente fresco.

Aunque fuera Hitchcock, hacerla fue una odisea. Incluso arriesgó su propio patrimonio para sacarla adelante. Se peleó con la censura (¡mostró un inodoro por primera vez!), sufrió tormentas creativas de todo tipo y peleó a plano partido para que su "todo o nada" no fuera su tumba artística. Se reinventó, y reventó el cine. A diferencia de un soso telefilme que muestra a un Hitchcock malvado y cruel ("The girl") en su relación con Tippi Hedren, la película de Gervasi es mucho más amable con el artista, esta vez sin una modelo que le obsesiona. Admirativa, sin duda. Y se permite el juego, más travieso que perverso, de colocar al Mago del suspense dentro de una historia de intriga personal, en este caso sus sospechas infundadas de que su esposa le está siendo infiel con un guionista en horas bajas, con el que se encuentra en una casita en la playa.

La mezcla de esas dos tramas no acaba de cuajar y seguramente se puede considerar un fallo que sea más interesante la dedicada a su intríngulis privado que la parte en la que se destripan los problemas del rodaje. Quizá la razón haya que buscarla en el reparto. Cuando entra en acción la gran Helen Mirren, la historia gana en interés y solidez, mientras que las escenas en las que aparecen Scarlett Johansson o Jessica Biel (la primera como desafortunada Janet Leigh, la segunda como Vera Miles, una de las "pasiones" frustradas del director) son muy poco creíbles y convencionales. Y si en los momentos domésticos la caracterización de Anthony Hopkins tiene un pase, porque el actor deja de imitar a don Alfredo y se concentra en mostrar las dudas y temores de un hombre abrumado por la sospecha y el vértigo de la desconfianza, cuando tiene que hacer de Hitchcock en los platós o en los despachos, su aspecto se asemeja más a uno de los guiñoles que a una recreación personal de la figura real. En eso sí era mejor "The girl", tal vez porque Toby Jones es un actor menos reconocible que Hopkins, por más que le metan papada y barrigona. En tierra de nadie se quedan las escenas oníricas, cuya función dramática se queda en el limbo. Así las cosas, Hitchcock tiene la gracia para los cinéfilos que aún ven películas anteriores al siglo XXI de meterse superficialmente en los entresijos del mítico rodaje, pero el mayor interés se queda en las partes privadas que muestran al genio con su esposa, su Alma, la mujer que dejó su carrera prometedora en el cine para arropar (y mejorar) el trabajo de su marido. Y ahí Mirren se sale: su mirada cuando Hitch coquetea abiertamente con Janet Leigh en un restaurante, su visita a una tienda para comprar un bañador rojo de lo más provocativo después de que un interesado admirador le devolviera la sensación de ser atractiva, su decepción final en su aventura inocente o la energía con la que sale al quite en cuanto ve a Hitchcock en apuros...

A Hopkins le queda la escapatoria del exceso para quitarse la tensión de estar todo el rato plastificado: cuando se escapa de noche para saquear la nevera exhausto de tanta maldita dieta, cuando registra el bolso de Alma en busca de pruebas, cuando expulsa al doble que acuchilla a la actriz en la escena de la ducha para hacerlo él mismo con una violencia que deja a todos atónitos, cuando explota de ira y se pone a machacar el agua sucia de la piscina con la red con golpes salvajes, cuando espera en el hall del cine la reacción del público a los cuchillazos en la pantalla, repitiéndolos con placer orgásmico, o cuando se confiesa con su Alma poniendo en los ojos una ternura que hace olvidar su papada falsa. La sensación final, puestos en la balanza aciertos y desacuerdos, es de ocasión fallida. El hombre que hizo "Psicosis" merecía mucho más, y visualmente Gervasi se conforma con una corrección de manual que no se aleja demasiado del esquema televisivo de "The girl" y renuncia al frenesí visual con el que Hitch mantenía encadenados a los espectadores.