Filósofo, pedagogo, impulsor y director del proyecto Universidad de Padres (universidaddepadres.es), José Antonio Marina es uno de los expertos de referencia en el campo de la innovación educativa. Esta semana arrancará en España la iniciativa pionera on line "Escuela de parejas"; un curso con 400 matrimonios inscritos. La idea de esta "Escuela de parejas", ya extendida en EE UU, llega tras la publicación del libro de título homónimo, sobre el que Marina disertó en el Club Faro de Vigo. Esa tarde, José Antonio Marina se cobijó de la lluvia al calor de un café en la Plaza de Compostela y tiró de la madeja de la nueva reforma educativa con su facilidad dialéctica, mientras el temporal dejaba a Vigo a media luz.

--¿Por qué siempre registra España tan malos resultados en las encuestas de nivel escolar tipo PISA?

-En PISA hay dos rankings. Por Estados y por comunidades. Algunas de las comunidades españolas como Navarra, La Rioja, Castilla León están muy bien, casi al nivel de Finlandia. En cambio, hay otras descolgadas como Andalucía, Valencia, Baleares o Canarias, que bajan la media.

--¿Y Galicia?

-Está en la zona media, un poco estancada, pero puede progresar. Como Cataluña. Ha mejorado mucho en los últimos años y es similar a la del Estado. El País Vasco, por ejemplo, sí tiene un buen sistema educativo.

--¿Qué vaticina de las reformas educativas propuestas por el actual ministro Wert?

-Se pueden vaticinar pocas cosas. Que no valía la pena cambiar la Ley educativa para lo que ha hecho. Lo primero que anunció fue cambiar la asignatura de "Educación para la Ciudadanía y los derechos humanos" por otra llamada "Educación cívica y los valores constitucionales". Ha puesto cambios en un curso de Bachillerato. A mí me gustaba más con la reforma de Pilar del Castillo, porque hay chicos que están en educación Secundaria pero no quieren seguir estudiando y a ellos se les facilitaba el acceso a la formación profesional. La formación profesional dual (los antiguos aprendices) está bien; es lo que se está aplicando en Alemania. Pero tienen que contar con las empresas; no lo puede determinar el Ministerio. Y o de multiplicar las reválidas tiene muchas contraindicaciones. Por supuesto que tenemos que evaluar a los alumnos, a los profesores y los centros, pero el año de una reválida se corre el riesgo de que se utilice no para educar a los niños, sino para prepararles para la reválida. Se pierde velocidad educativa. Hay que evaluarlo como procedimiento pedagógico y hay que examinar también a los profesores; no podemos valorarlos a todos con el mismo rasero. El nivel de un sistema educativo lo marca el nivel de los profesores y el de los equipos directivos en los centros. Yo no he visto nada en el anteproyecto de ley sobre la formación de los equipos directivos y eso tumba cualquier ley. Si hay una resistencia pasiva, no se logra nada.

--No es cuestión de presupuesto sino de gestión, dice usted.

-Hay que hacer entender a la ciudadanía que los problemas educativos tienen solución a corto plazo y no necesitamos una enorme inversión. Todos los estudios dicen que en un plazo de 3 a 5 años un sistema bajo- medio puede convertirse en uno de alto rendimiento. Por debajo del 4,5 del PIB estamos en zona roja, pero ya tuvimos más del 4,9% del PIB y no supimos gestionarlo para mejorar el sistema. No lo hemos sabido hacer, empezando por las autoridades. Y este baile de leyes desconcierta a cualquiera ya que no se ha centrado en que lo importante es que funcionen los centros. La educativa es la única organización donde nadie quiere ser director; ¡por algo será! La riqueza de las naciones y ya no está en las materias primas, ya no es su territorio o la producción, sino el talento que tengan sus habitantes y si descuidamos la educación nos vamos a empobrecer.

-¿Cómo ve el fenómeno de suicidios por casos de bullying?

-Entramos en un mundo distinto, con más posibilidades pero también más riesgos. Pero sabemos cómo afrontarlo y apuesto por la organización dentro de los municipios. Cuando la política de un municipio toma en cuenta programas de apoyo a los jóvenes, siempre funciona. Presentamos un proyecto de este tipo a la FEGAMP, pero no hay fondos y ya tenemos estudios para hacer la hoja de ruta, pero hace falta movilizar a mucha gente.

-El lema de su Escuela de padres es "padres felices igual a hijos felices".

-Es más verdadero lo contrario. Cuando una pareja funciona mal es muy difícil mantener a los hijos fuera de esa tensión. Los niños lo captan muy bien y se culpan a cierta edad de los problemas de sus padres. Hay algunas parejas que cuanto antes se separen, mejor porque puede amortiguar el daño a los hijos. Si no tienen ningunas ganas de esforzarse ni van a hacer nada por la otra persona, que se separen. Pero cuando una pareja se separa irremediablemente baja el nivel de vida y eso afecta también al niño.

--Cita en su libro a Oscar Wilde: "Cuando un hombre y una mujer se casan, concluye su novela y empieza su historia".

-De lo que trata la Escuela de parejas no es del enamoramiento, ya que es un fenómeno exactamente igual en todas las culturas. Aparece el problema de ¿y esto como continúa? Seguir la experiencia del enamoramiento, que lleva a querer convivir con la otra persona. Pero el origen de muchos problemas es pensar que con querer mucho a la otra persona es suficiente. Ahí empieza la verdadera historia, como decía Óscar Wilde, para lo que muchas parejas no están preparadas.

--¿El enamoramiento es lo excepcional?

-Efectivamente. La pareja vive en una burbuja irreal e intensa, con grandes altibajos emocionales...

-Así que, ¿no se puede estar enamorado toda la vida?

-Pero se puede querer toda la vida. Y eso es un estado mucho más interesante y sostenible, porque puede ayudar al crecimiento y desarrollo personal. Además, el enamoramiento infantiliza un poco a todo el mundo.

--¿Esperan hombres y mujeres cosas distintas del matrimonio o convivencia?

-Uno de los problemas es que las mujeres tienen más expectativas sobre el matrimonio. Y las discusiones alteran mucho más a los hombres que a las mujeres, según dos estudios de la Universidad de California (en parejas heterosexuales). El hombre tarda mucho más en normalizar su estructura neuroendocrina. La mujer está más acostumbrada a responder con más rapidez ante cualquier adversidad y también a volver a la normalidad.

--¿En qué consiste esa nueva filosofía de la que habla?

-Las relaciones se han vuelto muy frágiles, no porque no se valoren, sino porque nunca se esperó tanto de la pareja como ahora. Hasta mediados del siglo XX, lo que se pedía a la pareja es una unidad económica estable, que el hombre fuera trabajador... y que la mujer fuese una buena madre. Ahora, más del 92% de la población piensa que las relaciones de pareja son el camino a la felicidad. Sin embargo, hay un escepticismo y si yo temo fracasar, no voy a invertir el suficiente tiempo en la pareja, no quiero comprometerme porque ¿y si sale mal? Y es un círculo vicioso. Es como una casa provisional, que no se preocupan en arreglar porque va a tener un uso temporal.

--¿Es el consumismo llevado al terreno sentimental?

-Ahora se da una proliferación de deseos; esta sociedad tiende a la incitación continua al deseo, pero los deseos tienen que ser muy efímeros. Y es la compulsión por la satisfacción. También se han trivializado las relaciones: todas son de usar y tirar. Hay una especie de dificultad para pensar que vale la pena una relación estable con otra persona; para comprometerse. Pero eso es contradictorio: mientras se está diciendo "si la pudiera tener...". Es la "impotencia confortable". ¿Para qué me voy a meter en más líos si puedo vivir con mis padres hasta los 35 años?

--¿Las crisis económicas son nefastas para las parejas?

-Son malas aunque disminuye el número de separaciones por razones económicas. Cuando las parejas no están bien trabadas, cualquier estrés agranda los problemas. Al igual que los problemas o las enfermedades de los hijos, pueden llegar a separar, o a unir más. En caso favorable, se crea la resiliencia y también un lazo difícil de romper.