"En esos años el trono de Inglaterra lo ocupaba -rememoró Gallardo- la gran reina Victoria; ese país había vivido la revolución industrial, está cogiendo el tren de la modernidad; en Francia Luis Napoleón Bonaparte, sobrino de Napoleón I, tras ser primer y único presidente de la Segunda República gracias al sufragio universal, había dado un golpe de estado que le convirtió en emperador, proclamando el Segundo Imperio y reinando como Napoleón III; en Alemania Bismarck, juega en el tablero europeo con inteligencia y un solo objetivo: unificar los pueblos de habla alemana bajo una bandera; Italia, dividida entre el reino de Piamonte Cerdeña, los estados vaticanos, el sur en el que reinan los Borbón Dos Sicilia y el Véneto que pertenece a Austria, levanta la bandera de la unificación, es el risorgimento que cuenta con un ideólogo, el conde de Cavour y una dinastía que lidera el proceso, los Saboya, de hecho el padre de Amadeo I es el primer rey de la Italia unida".

¿Y qué ocurre en España? "En 1868, tres militares, los generales Topete, Serrano y Prim han echado del trono a Isabel II, tras un reinado enloquecedor en lo político y en lo social, con una dinastía en el trono que se resiste a los cambios que los tiempos exigen; la corrupción es importante y la estructura social española no está acorde con los cambios que asolan Europa. La llegada de los Saboya constituiría el proyecto democrático más importante de la España del siglo XIX, y que se desmoronaría prácticamente antes de echar a andar, cuando su valedor, el general Prim, fue asesinado en 1870".