El brasileño Oscar Niemeyer, prolífico y revolucionario arquitecto, padre de Brasilia, murió ayer en Río de Janeiro diez días antes de cumplir los 105 años y deja un enorme vacío en la profesión que le ocupó hasta prácticamente el último día de su vida. Revolucionario en sus diseños y en su ideología, Niemeyer plasmó su inquebrantable fe en el comunismo en muchas de sus obras por todo el mundo, con las que buscó contribuir a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Grabó su impronta comunista con sutileza en obras como la iglesia de la Pampulha, de la ciudad de Belo Horizonte, cuyas sinuosas curvas recuerdan a una hoz y un martillo, lo que llevó al Episcopado a desconfiar y a retrasar la consagración del templo una década. El símbolo socialista también quedó plasmado de forma más osada todavía en el mausoleo del expresidente brasileño Juscelino Kubitschek, que fue construido en Brasilia cuando el país era gobernado por una dictadura militar que le obligó a exiliarse entre 1967 y 1982, la mayor parte del tiempo en París.

Brasilia

Al lado del urbanista Lucio Costa, otro estalinista declarado, Niemeyer creó de la nada Brasilia, la nueva capital del país desde 1960 y que ambos aspiraban convertir en una ciudad ideal. A disgusto con la evolución de la capital y también por su miedo congénito a volar, Niemeyer no participó en abril de 2010 en la fiesta del 50 aniversario de esta ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y que acoge su mayor conjunto arquitectónico.

"Después de que se inauguró Brasilia, llegaron los hombres del dinero, del capital, y todo cambió. Llegaron la individualidad y la vanidad más detestables y los hábitos cambiaron gradualmente, para adquirir aquellos de la burguesía que reprobamos", comentó Niemeyer con motivo del cincuentenario de la capital.

De sus plantillas surgieron los palacios, edificios de Gobierno, la catedral y los principales edificios de esta ciudad que, al igual que el resto de su obra, están marcados por curvas atrevidas y sensuales, además de por compaginar funcionalidad y belleza plástica.

En un documental sobre su vida, el arquitecto afirmó que siempre que le encargan un edificio, intenta hacerlo "bonito, diferente y que genere sorpresa", para que los pobres puedan disfrutar de su arte, a diferencia de otras disciplinas a las que no tienen acceso.

Pionero en el uso del cemento armado como un elemento dúctil con funcionalidad artística, Niemeyer fue invitado en 1947 a formar parte de la comisión de arquitectos que diseñó la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, liderada por Le Corbusier, su mentor.

Desde ese proyecto, el brasileño siempre exploró una arquitectura libre que huye del excesivo racionalismo y redundó en el uso y abuso de las curvas, con las que ha buscado reflejar el perfil femenino y romper con todo tipo de convencionalismos.

Premios de arquitectura

Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho nació en Río de Janeiro el 15 de diciembre de 1907 en el seno de una familia acomodada y religiosa.

Se casó a los 21 años con Anita Baldo, con la que compartió 75 años de su vida y con la que tuvo su única hija, Ana María, que posteriormente le daría cinco nietos y 13 biznietos. Ana María murió en junio pasadp a los 82 años. En 2006, dos años después de quedarse viudo y con 98 años de edad, se casó de nuevo, a escondidas de su familia, con Vera Lucia Cabreira, quien fue su secretaria durante décadas y es 40 años más joven que él.

Uno de sus últimos trabajos en el Siglo XX fue el proyecto de la sede del Centro Cultural Internacional en Avilés (Asturias), conocido como Centro Niemeyer, que causó polémicas por su ubicación, pues en principio se pensaba que sería construido en Oviedo y es su única obra en España. Recibió numerosas distinciones durante su vida y ganó los premios Pritzker de Arquitectura, del Instituto de Arte de Chicago (1988); Lenin (1963); Benito Juárez (1964); Juliot Curie (1965); el UNESCO de la Cultura (2001); y también sendas medallas del Instituto de Arquitectura Estadounidense (1970) y del Colegio de Arquitectos de Cataluña (1992). En 1989 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, que fue recibido por su hija Ana María, por el miedo atenazador que ya le causaban los viajes en avión y por el que casi no salió de Río de Janeiro durante los últimos años de su vida.