Los primeros relatos de vida editados por el grupo del teatro Kalandraka se titularon Os Gordibolas y gustaron a una editorial, Xerais, que los apadrinó publicándolos, pero también al público infantil al que iban dirigidos.

En aquel "reino de Galicia" de finales del siglo XX, abundaba de casi todo. Comezaban entonces tiempos de opulencia en los que la población desconocía qué era la prima de riesgo, Facebook, Twitter o Wasap. Los niños leían del papel y no de e-books, que comezarían a llegar pocos años después. Entonces, en aquellos tiempos, las chicas y chicos de Kalandraka echaban en falta algo que nada tenía que ver con las nuevas tecnologías: libros en gallego muy cuidados en diseño e historia y dirigidos para los lectores más jóvenes.

Xosé Ballesteros, profesor e integrante de Kalandraka, comentó ese "vacío" con algunos compañeros y "de esa combinación de necesidad, apetencia e ilusión", rememora en gallego, seis personas se pusieron de acuerdo para crear una editorial.

Cada uno de los seis (entre los que se encontraban Ballesteros, Manuela Rodríguez o Xoán Couto) reunió sus ahorros, cada uno aportó un millón de pesetas, la moneda del antiguo reino antes de la unificación monetaria del euro de nuestros tiempos, con el fin de publicar libros que hiciesen soñar a los niños y que les hiciesen soñar también a ellos con un nuevo panorama literario.

Fue así como el grupo de teatro Kalandraka prestó su nombre a una incipiente editorial que escogió para nacer el día 2 de abril de 1998 (Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil). La gente de la editora se sonrojaba a veces por el nombre elegido ya que 'kalandraka' significaba ser una calamidad. "El nombre era poco serio. Imagínate en la Semana Santa de 1998 con las primeras personas yendo a las librerías a preguntar por Kalandraka... Los libreros alucinaban", recuerda con una sonrisa en la voz Xosé Ballesteros, actual director de la editora.

Entre las primeras aventuras en letras, salieron de la imprenta historias como Dinosaurio Belisario, un relato en forma de largo poema defendido por la armadura de la palabra de Xosé María Álvarez Cáccamo y la lanza de ilustraciones de Carles Arbat. Los jóvenes lectores del reino asomaron sus ojos al marco de papel precedido de tapas duras donde un tirano dinosaurio ordenaba cosas sin lógica como ilegalizar por decreto los juegos de mesa.

Entre las primeras entregas de Kalandraka, mandaban los cuentos clásicos publicados en gallego como A casiña de chocolate de los Grimm. "Empezamos a descubrir un territorio nuevo ya que en gallego no había nada. Queríamos enseñar los cuentos clásicos en gallego", revisa Ballesteros.

Las damas y caballeros de la editorial -que eligieron Pontevedra para asentarse, ciudad harto conocida por sus puentes y sobrias mansiones de piedra y su pasado legendario ligado al héroe griego Teucro- fueron poco a poco venciendo retos e inventando otros más complicados, con el fin de llenar huecos en la ilusión de sus más pequeños súbditos.

En un viaje a otro reino lejano, los editores descubrieron las historias que disfrutaban los niños de lugares como Madrid o Barcelona, donde abundaban libros en catalán o español de tapas duras, bonitos y cuidados dibujos y curiosas historias. "Esto tiene que estar en gallego. Los niños de nuestro país deben tener este tipo de libros en sus bibliotecas y en gallego", pensó Ballesteros.

Con un nuevo reto en su peculiar espada de letras y colores, regresó al territorio de Kalandraka para compartir lo que había visto en las otras tierras. Nuevas gentes fueron incorporándose al proyecto que en el año 1999 comenzó a 'vivir feliz y comer perdices' gracias a un premio y un libro, O coelliño branco (El pequeño conejo blanco).

"Sabíamos -explica Ballesteros- que había gente fuera de Galicia que quería que comenzáramos a traducir al castellano los libros que publicábamos en gallego. Así, editamos primero en gallego 'O coelliño branco' y cuando acababa de ser editado en español nos dan el primer Premio Nacional de Ilustración. Eso se convirtió en nuestra mejor tarjeta de visita. Desde la distancia, veo todo como una mezcla de causas y azares como dice Silvio Rodríguez", azares que han llevado también a la editorial a adentrarse en otros reinos de Latinoamérica, Estados Unidos, Japón o Europa con libros traducidos a varios idiomas.

Tras ese galardón, otros muchos han seguido a Kalandra: el Premio Nacional de Ilustración, el Llibreter, Daniel Gil de Diseño Editorial... así como la inclusión de varios de sus títulos en la White Ravens, un listado con los mejores libros de cada año según la Biblioteca de la Juventud de Munich.

Como colofón, esta semana, el Ministerio de Cultura a ordenado a Kalandraka con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2012. A su favor, el "compromiso con la literatura infantil, el cuidado de los textos, la calidad de la ilustración y la dedicación a géneros más complejos como la poesía", de "un referente en España y en el extranjero". Así, colorín, colorado, remata la primera parte de una historia que como la de Ende será seguramente interminable.