Suena a ciencia ficción pero es una realidad basada en doce años de manipulación genética, trabajo de concienzudos científicos neozelandeses, y que se ha traducido en una vaca con pintas negras y blancas (y sin rabo) que tiene la virtud de dar leche a prueba de alergias. Tiene once meses y vive en una granja del país para "desarrollarse con sus congéneres" y producir mayores cantidades de leche hipoalergénica.

En los países desarrollados, los últimos datos apuntan a que entre un 2 y un 3% de los niños menores de un año son alérgicos a las proteínas de la leche de vaca. Sin embargo, este experimento -y parece que la muerte de cientos de embriones durante los ensayos- siembra de polémica los avances en transgénicos en un país, Nueva Zelanda, conocido por su estricta regulación en seguridad alimenticia.

La vaca Daisy, engendrada en los laboratorios de la estatal AgResearch, es la esperanza para esos bebés, según el estudio que será publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. Sin embargo, este animal probeta, que nació sin cola, también pone en peligro la reputación de Nueva Zelanda como paradigma de los productos ecológicos, según el Partido Verde. (Los productos ecológicos del país generan ingresos de más de 642 millones de dólares, principalmente gracias a sus exportaciones).

"Hemos tenido éxito en reducir enormemente la cantidad de Beta-lactoglobulina, una de las proteínas de la leche que no está presente en la leche humana y que puede causar reacciones alérgicas", explicó Stefan Wagner, uno de los investigadores. Además, la leche de Daisy contiene una gran cantidad de caseínas, otras proteínas que están presentes en la leche vacuna, lo que la convierte en más nutritiva que la producida por el vacuno común. Pero los laboratorios aún tratan de corroborar sus características hipoalérgenas y habrán de pasar muchos años antes de llegar a la comercialización.

Desde Galicia, las opiniones son de diverso signo. El jefe de Ganadería del sindicato UPA Unións Agrarias, Román Santalla -y ganadero- asegura que "como mínimo es arriesgado" consumir sa leche si el objetivo del experimento es el consumo lácteo. "A mis nietos, no se la daría bajo ningún concepto", asegura el sindicalista que enfatiza las propiedades de la leche como "las proteínas más baratas del mundo", a pesar de que a un pequeño porcentaje le supongan intolerancias o alergias. "Por seguridad alimentaria, los países no la exportarían; pongo en duda que pueda tener éxito su comercialización", asegura. Rompe una lanza a favor de la investigación, la directora del Laboratorio Finca Mouriscade y experta: "No me parece mal que haya una modificación genética, aunque le parezca una aberración a cierto sector; si esa variación puede atajar una alergia, ¿por qué no?", se pregunta. "Es una modificación que no afecta a nada al animal y en cuanto a lo del rabo" -matiza- "habría que saber si se se debe o no al experimento o fue por el puro azar". La muerte de cientos de embriones es, para Hermida, "el coste que hay que pagar por ciertos criterios". La experta es consciente de que depende de puntos de vista, pero que hoy "la madre que tiene un bebé alérgico, estará encantada".

Por su parte, la profesora de Biología de la Universidade de Vigo y experta en Genética e Inmunología, Paloma Morán asegura: "Obtener la primera generación de transgénicos en mamíferos, aunque es muy costoso en tiempo y dinero, es posible. Lo difícil, en el caso de las vacas y debido al largo ciclo de vida, es obtener las siguientes generaciones. Si se hace por cruces se tardan años y otra opción es la clonación por transplante de núcleos que es una metodología también conocida", prosigue. "El problema viene por el rechazo social a los transgénicos. Hasta la fecha no hay ningún animal transgénico que se autorice para consumo humano. Hay un salmón que lleva cerca de 10 años esperando la autorización. Mi opinión es que para poder comercializar la leche a van pedir tantos controles que desistirán de cualquier intento; tendrán que presentar muchas pruebas sobre seguridad alimentaria y siempre quedarán dudas". En resumen, para la experta científica gallega, "es un experimento interesante pero poco viable comercialmente". Y asegura que hay casos similares previamente "que no pasaron del laboratorio".

A las objeciones de los ecologistas en Nueva Zelanda se ha unido GE Free New Zealand, organización que se opone a los ingeniería genética, al opinar que el experimento elimina una proteína necesaria para el desarrollo de la vaca y de los humanos y, además, supone un acto de crueldad contra los animales. La creación de Daisy fue resultado de un largo proceso que incluyó trabajos con cultivos celulares y el uso de ratones clonados para producir mediante una técnica de inhibición genética denominada Interferencia por ARN.

En ese proceso se inocularon dos microARN (pequeñas moléculas de ácidos ribonucleicos) en los ratones para rebajar los niveles de la mencionada proteína alérgena en un 96%. Generalmente las vacas comienzan a producir leche a partir de los 20 meses de edad, pero los científicos incitaron a Daisy a hacerlo antes para efectos de su estudio.