De los dos aventajados alumnos de Robert Henri, en la Escuela de Arte de Nueva York, Bellows no debería haber quedado tan rezagado con respecto a Hopper. De hecho, hay quienes piensan que el reconocimiento le sería aún superior si su talento no hubiera sido eclipsado por el éxito de su compañero de generación o, lo que es lo mismo, por los años que este último le sobrevivió. Pero para llegar a ese tipo de conclusiones, primero tiene que gustarle a uno el boxeo, la nieve y esa visión áspera y sucia de la Gran Manzana de principios del siglo pasado que tan bien supo plasmar Bellows en sus cuadros.

George Bellows ocupa, pese a todo, un lugar de honor en la pintura americana. Como a él, beisbolista, aficionado al boxeo, le hubiese gustado expresarlo, su nombre figura en el Salón de la Fama: su gran período de creatividad arranca en 1904 tras su llegada a la gran ciudad procedente de Columbus, Ohio, hasta las revelaciones del arte moderno del Armory Show, en 1913. Se convirtió entonces en el artista más aclamado de su generación aunque posteriormente la obra que creó atravesase por momentos de olvido. En 1925 murió prematuramente, a los 42 años, de una peritonitis.

Casi al mismo tiempo que Madrid ha celebrado una antológica sobre Hopper (se clausura mañana en el Thyssen), la Galería Nacional de Arte de Washington exhibe (hasta el 8 de octubre) cerca de 150 pinturas, dibujos y litografías de Bellows. Entre ellas su obra más famosa "Stag at Sharkey" (1909) y también el cuadro en que, en el legendario combate del Polo Grounds de 1923 de Nueva York, Jack Dempsey noquea al argentino Luis Ángel Firpo sacándolo del cuadrilátero ("Dempsey and Firpo" 1924), una de las representaciones plásticas más emotivas y reales que existen sobre el mundo del boxeo. Su pincelada rápida, sensual y sutil hizo de él un pintor aclamado, aunque algunos críticos jamás le perdonaron que no supiera despojarse suficientemente de las influencias para volar solo.

Después, el estallido vanguardista que se produjo con el Armory Show coincidió con una crisis en el arte de Bellows, si es que no fue lo que realmente la causó. Rechazó el cubismo: su respuesta a él fue la adopción de algunos de los aspectos menos fungibles de la grandeza pasada y acabó minado por su propia sinceridad expresiva. En su debe pesan también los cuadros y gráficos propagandísticos contra los alemanes que realizó durante la Primera Guerra Mundial y que resultan algo embarazosos para un artista de primer nivel.

Paisajes urbanos de Nueva York, marinas de Maine, Woodstock, momentos de la vida cotidiana, tenis, polo, boxeo, obreros, algún que otro desnudo, engloban una obra no suficientemente conocida fuera de Estados Unidos, en parte por culpa de cierta exclusiva veneración a Hopper. Hay en la pintura de Bellows una parte de infierno y otra de apoteosis plástica que merece ser admirada.