- La lista de supuestos masones resulta inagotable. Hasta papas.

- No hay que dar crédito a todas las habladurías. Muchos son leyendas urbanas, especialmente en España, donde los periodos de persecución llevaron a cientos de masones a ocultar su condición y deshacerse de documentos. Se sabe que Juan XXIII era martinista, que es otra orden, pero de eso no se puede inferir una identificación con nuestros principios. Zapatero no forma parte de ninguna logia, aunque es cierto que su abuelo, el que fue fusilado, era masón. Desconozco si eso le despierta alguna simpatía hacia el movimiento; durante su etapa en presidencia no llevó a cabo, desde luego, una política favorable hacia la masonería.

- A propósito de leyendas urbanas, ¿Franco quiso ser masón?

- La obsesión de Franco con la masonería era casi patológica. Sus hermanos Ramón y Nicolás eran miembros de una logia; al parecer, solicitó la entrada pero fue rechazado por su comportamiento poco ético. En su aversión pudo haber un componente personal, pero tampoco podemos olvidar que los regímenes totalitarios no digieren muy bien la masonería, que, al fin y al cabo, defiende la igualdad, la libertad y la fraternidad. Francisco Umbral decía que los masones fueron los judíos de Franco. Hubo muchas víctimas, ciertamente, pero menos que con Hitler o Stalin. Al lado de estos dos, lo de Franco fue de aprendiz; de siniestro aprendiz.

- ¿El secretismo obedece a la tradición o a las represalias?

- Los masones siempre hemos apostado por la discreción y no solo como consecuencia de las persecuciones. Un miembro, por ejemplo, no puede revelar la condición de otro, salvo que este, como en mi caso, se haya pronunciado públicamente. Dicho esto no se debe perder de vista que la masonería no actúa de espaldas a la sociedad; formamos parte, sin ir más lejos, del registro de asociaciones y contamos con una sede social, que se puede consultar por internet. La única diferencia es que tenemos nuestras normas; al igual que no podemos hablar de política o de religión, tampoco propagamos el contenido de nuestras reuniones. Esto no tiene nada de especial; es justamente lo que hace cualquier consejo de empresa o de redacción.

- ¿Qué hay de cierto en la influencia política en la sombra que le atribuyen historiadores?

- En España jamás tuvimos influencia política. Es verdad que Prim era masón y que lo mataron camino de la logia, pero la política española nunca ha estado decididamente influida por la masonería. Sí se ha notado a título individual, cuando algunos cargos se han negado a firmar penas de muerte porque iban en contra de los principios. En Estados Unidos, por ejemplo, todos los padres fundadores eran miembros de nuestro movimiento.

- ¿Ni siquiera en la República? Lo digo por Azaña, Casares...

- Azaña fue masón porque se aceleró su iniciación en tres días, pero jamás participó en ninguna tenida (encuentro). Insisto en que la influencia en España nunca ha sido relevante; es un argumento muy peligroso y enarbolado por Franco para justificar aquella locura del contubernio judeomasónico.

- Algunos autores reconocen el rastro de la masonería en la Ilustración y en el marxismo...

- Difícilmente un masón regular puede identificarse con el marxismo. Especialmente, porque los valores son antagónicos. Otra cosa es la Ilustración, aunque en esto lo difícil de determinar es quién influyó a quién; es una aporía como lo del huevo y la gallina. Si es cierto que ya por esa época, antes de que se aboliese la esclavitud, la masonería ya defendía la igualdad.

- ¿Y qué pasa con las mujeres? ¿Siguen sin entrar en las logias?

- Ese es un tema complejo. La masonería regular no admite mujeres, pero existe un movimiento masón exclusivamente femenino; con su propio consejo supremo y un funcionamiento similar al de los hombres. Me atrevería a decir que, incluso, mejor, porque las mujeres suelen ser más meticulosas. Conozco a muchas mujeres que son masones, otra cosa es la masonería regular. No hay consejos mixtos porque no figura en los estatutos, pero tampoco existen en otras órdenes y asociaciones.

- ¿A qué responde originalmente la segregación?

- La masonería, desde sus orígenes, únicamente admite a personas libres y la mujer, por desgracia, no lo fue durante siglos, por su sometimiento al hombre. Ahora, una vez más o menos superada esa desigualdad, es simplemente un modo de funcionar.

- ¿En qué se diferencia la masonería filosófica del resto de corrientes del movimiento?

- La diferencia radica en los grados. La masonería simbólica es necesaria para licenciarse y la filosófica una rama para los que se decantan libremente por aumentar de grado. El Supremo Consejo del Grado 22 y Último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para España, que es el nuestro, es el tercero más antiguo del mundo, tras los de Estados Unidos y Francia.

- Científico y profesor honorario de la Complutense, ¿qué le llevó a la masonería?

- Un proceso de búsqueda, de curiosidad intelectual. De niño, en el franquismo, estudié en un colegio francés y eso me permitió conocer a muchas personas en contacto con la masonería. Me atrajeron sus principios y decidí profundizar en ellos.

- ¿Qué puede aportar la masonería a la crisis actual?

- La masonería puede aportar muchas cosas. Más allá de la crisis, uno de los grandes problemas que tenemos es que el reconocimiento de los derechos se antoja exclusivamente nominal; es decir, aparecen en el ordenamiento jurídico pero no se ejercen y, en algunos casos, ni siquiera existen, en la práctica, los cauces legales para hacerlo. La masonería filosófica considera que el hombre debe ser consciente de su dimensión social, por lo que defendemos, por ejemplo, la necesidad de pagar tributos y, especialmente, la instrucción. Necesitamos una sociedad culta y esto es complicado. Sobre todo, en España, donde el sistema educativo falla y no se articula como debería.