Puede que quienes confunden el jolgorio con la fiesta taurina ayer hayan salidos decepcionados del coso de San Roque en la corrida mixta que cerraba ciclo de La Peregrina, pero sin duda para la mayoría de aficionados hubo más motivos para el disfrute que quizás en las tres corridas anteriores.

De entrada hubo toros, de los de verdad, y con ellos emoción y riesgo, factores absolutamente ausentes en los festejos anteriores. Luego hubo belleza, porque fue un verdadero placer y un recreo para la vista contemplar las evoluciones de la hermosa cuadra de caballos que exhibió el rejoneador Diego Ventura. Y para completar los ingredientes, hubo un torero, Iván Fandiño, que mostró cualidades para enfrentarse a ganaderías duras, de esas de la que con frecuencia huyen matadores consagrados que prefieren el triunfo fácil aunque carente de gloria.

Cinco orejas

Fruto de tan atractivo cóctel fueron cinco trofeos logrados por los dos protagonistas de la tarde, tres orejas para el caballero y dos para el matador, que les permitieron compartir salida a hombros por la puerta grande, salida, por cierto, que si el reglamento lo contemplase, merecerían las cuadrillas de ambos, incluidos los picadores, reiterada e inusualmente ovacionados por su excelente labor a lo largo de toda la lidia.

Diego Ventura fue de menos a más en su primer toro, al que colocó tres rejones sin demasiada profundidad, para calentar el ambiente con las banderillas, especialmente con la tercera, en la que hizo que fuese su caballo quien citase al toro con la pata.

Tras colocar tres banderillas cortas saludó al tendido haciendo que su montura colocase las patas en la barrera.

Pero lo mejor lo dejó para su segundo rival jugando con el toro y dando una exhibición de quiebros, para terminar con un certero rejón de muerte.

Iván Fandiño tuvo complicaciones en su primero, pero supo leerle realizando una faena sin alardes pero seria y meritoria que le valió la primera oreja.

En su segundo estuvo soberbio, desde el comienzo con un estatuario por la espalda citando desde los medios, hasta la serie final de manoletinas, pero perdió el merecido trofeo al fallar con el estoque.

Lo compensó con su tercer enemigo, un toro con peligro, ante el que no dio un paso atrás, fajándose en la lidia, para rematar la tarde con el más "vitorino" de todos sus rivales, un ejemplar largo, encastado, serio y con mucho peligro, al que toreó con mucha profundidad y seriedad, aunque de nuevo falló con la espada.