Inocencio Arias comienza la entrevista con cinco frases concisas con las que define a cada uno de los presidentes de la democracia.

–Adolfo Suárez.

–El mago de la transición.

–Leopoldo Calvo Sotelo.

–El hombre tranquilo.

–Felipe González.

–Un debutante con sentido de Estado.

–José María Aznar.

–El hombre que mantuvo su palabra.

–José Luis Rodríguez Zapatero.

–El hombre que no sabía demasiado.

–Al último es al único que valora de forma negativa. Es más, en el subtítulo del libro dice: "Me acosté con Suárez y me levanté con Zapatero". Parece que se levantó muy cabreado.

–No es esa exactamente la palabra. Yo sí diría decepcionado.

–Pero bastante. Es el único de los presidentes al que suspende.

–Es el que ha demostrado menos preparación para la política exterior y se ha encontrado menos cómodo. Ha preferido jugar en otros campos y eso se notaba en nuestro papel de España en el mundo. También sería injusto decir que era el hazmerreír, pero en nuestra opinión era el que pintaba menos.

–Se había ganado la enemistad de EE UU con el incidente de la bandera y la retirada de las tropas españolas de Irak.

–El permanecer sentado al paso de la bandera de EE UU, siendo lo más blasfemo para el pueblo norteamericano, no era lo más conocido. El hecho no trascendió mucho. Además, no era el presidente del Gobierno. La retirada de las tropas de Irak la hizo de forma precipitada y chapucera y revistió su decisión de argumentos falsos sobre la situación ilegal de las tropas. Con todo, no fue tampoco lo que más molestó en EE UU.

–¿Hubo todavía más motivos?

–Poco después de la retirada de las tropas animó a otros países, en una conferencia de prensa en Túnez, a que hicieran lo mismo. Al Gobierno de Bush no le gustó nada que se metiera a redentor. Por todo ello Zapatero fue acogido con frialdad y Bush nunca lo recibió.

–Pero llegó Obama y las cosas cambiaron.

–Sí, pero no como quería el Gobierno. Las relaciones mejoraron, pero no fue la luna de miel que pensaban, ni esa relación hispanoamericana que iba a tener incidencia en el mundo. Nunca fue un interlocutor privilegiado.

–¿No fue un "acontecimiento histórico planetario" la coincidencia de Zapatero y Obama?

–Esas declaraciones de la entonces secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, fueron una chiquillada. Un comentario ridículo. El problema es que Pajín verbalizó un estado de ánimo de todo el Gobierno.

–Cuenta también que Zapatero tuvo alguna que otra espantá en actos oficiales.

–La más sonada fue una cena que montó España en septiembre de 2008 en un lujoso hotel de Nueva York, donde se celebraban las sesiones de la ONU. Ya en plena crisis económica estaban invitadas más de 300 personas de la familia iberoamericana, lo que suponía un gasto de más de 100.000 euros. Llegado el momento, al presidente español el cuerpo no le pedía ir a la cena y no fue. En 2010 hizo algo similar en una cena en Shanghái, organizada por empresarios españoles y en la que era el invitado de honor. Se fue a cenar con unos amigos.

–José María Aznar también tuvo la famosa foto de las Azores y el apoyo a la guerra de Irak y no le trata tan mal.

–La guerra de Irak le marcó negativamente. Es una mancha que no se ha superado. En España se le ha demonizado y suscitaba animadversión entre sus adversarios políticos. Pero tenía palabra y en los círculos extranjeros que yo frecuenté era respetado por ello.

–A usted la guerra de Irak le estalló directamente como embajador en la ONU. ¿Cómo lo llevó?

–De forma embarazosa y delicada. No es fácil apoyar un intervención con la opinión pública en contra. No era cómodo ni agradable.

–Pero hizo una declaraciones que le causaron algún problema con el Gobierno.

–No. Me comporté responsablemente y seguí fielmente las instrucciones del Gobierno. Posteriormente respondí a un periodista que si las armas de destrucción masiva no aparecían, todo se pondría en tela de juicio. Esto no le gustó al Gobierno. Yo estaba convencido de que existían e iban a aparecer, pero no aparecieron y todo se cuestionó.

–El apoyo a la guerra de Irak ¿evitó la victoria del PP en las elecciones de 2004?

–El cóctel de la intervención armada y el apoyo a EE UU influyeron en la actitud electoral de los españoles, pero a ello se unió el atentado de Atocha. Sin una cosa y la otra, Zapatero no habría sido presidente.

–Felipe González también tuvo situaciones muy complicadas, sobre todo con el referéndum de la OTAN.

–Sí, fue el momento más traumático y existía la convicción de que si perdía la consulta dimitiría, como así me lo manifestó Fernández Ordóñez. González reconoció que fue un momento duro y que lo hizo porque lo había prometido de forma muy clara en la campaña electoral. Pasó de la "OTAN, de entrada no", al referéndum y agitó las aguas.

–Y de Mariano Rajoy, con quien ni se acostó ni se levantó, ¿qué opina?

–Ha heredado un tsunami con la crisis económica. La parte buena es que es bastante creíble en el exterior y las medidas que ha tomado, que en España son impopulares, son las que le están pidiendo en la UE, que incluso consideran que pecan de cortas y, en algunos casos, tendrá que ir más allá.

–La monarquía tampoco está pasando precisamente por sus mejores momentos.

–Desde luego, la imagen se ha erosionado. La monarquía tiene fortaleza, pero con más grietas que antes. La veda del rey está abierta y hay un antes y un después del elefante. Pero el incidente, aunque fuese un viaje desafortunado, un desliz, no puede tapar y oscurecer las muchas cosas que ha hecho buenas. Sería demagógico, oportunista e injusto.

–¿Cómo fue su etapa como director general del Real Madrid?

–Tengo recuerdos agridulces, momentos apasionantes junto a otros frustrantes. En el fútbol la palabra no tiene ningún valor. Vamos, que había más cinismo que diplomacia.

–¿Se llevaría a José Mourinho como ayudante a alguna embajada?

–Como introductor de embajadores o profesor de escuela diplomática, desde luego que no. Como entrenador sí, pero lo primero que le diría es que hablara lo menos posible y que no vaya metiendo el dedo en el ojo a los colegas que se le cruzan en su camino.