La decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de recalificar los gases generados por la combustión del diésel desde el grupo 2A de probables cancerígenos al grupo 1 de sustancias cancerígenas probadas –catalogación donde se incluye el tabaco, el alcohol, el asbesto, el arsénico y el gas mostaza– no sorprende a los expertos gallegos en oncología, que aseguran que desde hace al menos una década hay evidencias científicas sobre la relación entre productos volátiles como el diésel, la gasolina y el benceno y sus derivados con un incremento de riesgo a desarrollar cánceres de pulmón en las profesiones expuestas a estos, el más frecuente en el mundo, y de vejiga.

"No nos gusta hablar de causas porque la casualidad en epidemiología es multifactorial, es decir, se tienen que dar varios factores, sino de incremento de riesgo. En este sentido, es cierto que hay distintos estudios que han demostrado que existe un incremento del riesgo de padecer cáncer y otras enfermedades del aparato respiratorio, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), siempre ligada al tabaco, en profesiones que requieren una larga exposición a sustancias como el diésel. Y si cierta parte de la población, sometida a estas emisiones, tienen un mayor riesgo, estas pueden englobar a la población en general", explica Xoán Miguel Barros, profesor de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Santiago de Compostela.

Sin embargo, este especialista, cuya carrera investigadora se centra en la relación entre la exposición al radón y el cáncer, sostiene que la reclasificación de la OMS no debe de causar alarma, ya que esta recalificación no quiere decir que respirar estos gases en una ciudad, por ejemplo, cause, por sí solo o de forma inmediata, cáncer. "Hay otros factores, como son la duración y cantidad de la exposición, y la variable genética entre individuos. Es igual que con el tabaco, no es lo mismo comenzar a fumar a los quince que a los cuarenta ni fumar un cigarro al día o veinte, y después a una persona le puede perjudicar más que a otra", explica.

Para el experto, si este cambio de clasificación sirve para que se continúe perfeccionado la tecnología para que se reduzcan las emisiones tanto de los motores diésel como las de los que funcionan con gasolina, sería un gran paso para la salud pública. "Tenemos que plantearnos que tecnología basada en la energía fósil tenemos. Más aún hoy, cuando tenemos otras alternativas, como las energías renovables, que puede que también causen su impacto, porque ninguna tiene un impacto 0, pero sin duda son mucho menos dañinas para la salud", insiste.

En similares términos se expresa Alberto Ruano, profesor titular de Medicina Preventiva y Salud Pública, quien añade que otros estudios también apuntan a la relación de las emisiones de diésel con un mayor riesgo de desarrollar patologías cardiovasculares, aunque donde más evidencias científicas hay es en la relación entre el humo del diésel y las enfermedades pulmonares, incluida en cáncer. "Por su tipo de combustión, el diésel podría tener una mayor cancerogenicidad. La relación entre las emisiones de diésel con el cáncer pulmonar se conoce desde hace unos diez años", reconoce. Este experto añade que otros estudios han observado también la vinculación entre estos gases y el cáncer de vejiga –sobre la que la OMS declara que también existen "pruebas limitadas"– por las excreciones por la orina de sustancias que pueden ser cancerígenas en profesionales expuestos a estas emisiones.

"No me atrevería a decir que estas emisiones sean la causa del aumento de casos de cáncer porque hay que tener en cuenta que la exposición debería de ser larga en el tiempo", insiste.

Ruano señala también que el grado de exposición puede variar también según la orografía. De este modo, el tráfico en una ciudad con muchas cuestas emite más gases que el de una ciudad llana, por lo que su exposición es mayor. Por ello, confía en que la advertencia de la OMS sirva para que se tomen medidas de cara a reducir las emisiones tanto de diésel como de gasolina.