Manuel Barros Chantada tuvo que poner pies en polvorosa porque era rojo, y murió en 1986 en Buenos Aires, a casi 10.000 kilómetros de distancia de su hogar. Su hijo trasladó sus restos a Madrid, y el año pasado decidió llevar sus cenizas al cementerio de la parroquia en la que su padre había nacido: San Salvador de Meis. Se organizó un acto religioso, y a pesar de que nadie había vuelto a ver a Manuel Barros desde hacía 70 años, una multitud se congregó en la iglesia. Entre ellos, representantes de los tres partidos políticos de la corporación meisina.

Y es que O Rancheiro, sobrenombre con el que es conocido Manuel Barros, es un personaje mítico en Meis, aunque pocos jóvenes le conozcan ya. Uno de los últimos personajes revestidos de leyenda que, hasta ahora, ha dado el municipio. O Rancheiro es también uno de los habitantes de "Para despois do silencio. O Concello de Meis da Segunda República á Guerra Civil", un libro que se presenta mañana en la casa da cultura de Mosteiro.

O Rancheiro era cantero y labrador, y nació en San Salvador, parroquia en la que se formó en la década de los 30 la Fraternidade Obreira de Labregos de Meis, una organización que tendría una influencia decisiva -aunque corta- en la historia del municipio. Le condenaron dos veces a muerte -una el bando nacional, y otra el republicano-, estuvo huido, vagabundeó por Burgos con una identidad falsa, regresó a Meis a principios de los 40, tras la amnistía, y poco después cogió un barco rumbo a Buenos Aires.

En el exilio argentino escribió "Relato y memorias de un prisionero cautivo del régimen de facto del General Franco", un librito de unas 30 páginas en el que cuenta sus vivencias como fuxido, pero en las que también hace un retrato de la vida de Meis en las décadas de 1910 y 1920.

El escrito de O Rancheiro está incluido en "Para despois do silencio", una obra en la que Mario Gallego, Celso Milleiro y Xosé Manuel Moreira escriben la historia del municipio en los decisivos -y trágicos- años de la Segunda República y la Guerra Civil. Un libro lleno de historias en las que se entremezclan heroísmo y traiciones, sueños y muerte, consignas comunistas e informes de curas, y que rescata una historia que se creía perdida en el olvido y el silencio.

Los autores explican que Meis era, en los albores de la Segunda República, un municipio eminentemente rural y ganadero en el que, elección tras elección, las derechas ganaban con holgura gracias en parte al férreo control que ciertos caciques ejercían sobre la población. Sin embargo, había un reducido grupo de vecinos que creían que las cosas podían ser de otra manera, y de hecho Meis tuvo el primer sindicato agrario de la comarca, fundado en 1897.

Este movimiento cristalizaría con fuerza a principios de la década de los 30, cuando Xosé Arribas Hermida y otros vecinos crean en San Salvador la Fraternidad Obreira de Labregos de Meis, mientras a pocos kilómetros de distancia los canteros ponían en marcha el Sindicato de Oficios Varios de Paradela e os seus contornos, de orientación anarquista, y que llegó a contar con 400 afiliados de Meis, Barro, Portas, Vilanova?

Uno de los autores del libro que se presenta mañana en Mosteiro, Mario Gallego, cuenta que la sociedad del municipio "no estaba atrasada. Estaba dormida", y que por ello el trabajo de los sindicatos no cayó en saco roto. Entre los esfuerzos de estos por abrir los ojos de sus vecinos, y los de los políticos de la época -la cúpula del Partido Galeguista estuvo en varias ocasiones en Meis, Castelao incluido- la conciencia social fue cambiando, hasta el extremo de que en los comicios de principios de 1936 el Frente Popular se llevó el gato al agua. "La gente se sintió libre, liberada del caciquismo", explica Mario Gallego.

El comunista Xosé Arribas accede a la Alcaldía; Marcial Chantada -primo de O Rancheiro- es teniente de alcalde; y el pintor Manuel Pesqueira se convierte en concejal de Educación y Cultura. Tienen en mente la modernización de Meis, y planean la construcción de escuelas, caminos y puentes... Pero no les dio tiempo a hacer gran cosa.

El 18 de julio estalla la guerra, y se inicia un nuevo ciclo. Los autores de "Para despois do silencio" explican que hubo un grupo de vecinos que acudió al consistorio con intención de mostrar su adhesión a la República. El gesto les saldría caro. Una treintena de ellos -el noventa por ciento afiliados a la Fraternidad- son juzgados y condenados.

Entre ellos se encuentra Xosé Arribas, que acaba con sus huesos en el penal de San Cristóbal (Pamplona), en el que se produce una de las fugas colectivas más célebres de la historia de España. 800 presos escaparon de la cárcel, de los cuales 300 encontrarían al poco tiempo la muerte a manos de sus perseguidores.

Arribas fue uno de los escapados, pero le capturaron y fue juzgado en un consejo de guerra. Estuvo condenado hasta 1943, fecha en la que regresó a Meis; sometido a vigilancia durante varios años no le quedó más remedio que abandonar para siempre la lucha política y sindical. Peor suerte corrió su teniente de alcalde. Marcial Chantada estaba en el frente, combatiendo en el bando nacional, cuando llegó a manos de sus jefes un informe de un cura de Meis. Poco después fue fusilado.

También encontraría la muerte por sus ideas Francisco Castro, un zapatero de Armenteira, así como dos vecinos de Cea (Vilagarcía) que fueron asesinados y enterrados en Paradela.

Sin embargo, Celso Milleiro y Mario Gallego señalan que las consecuencias de la Guerra Civil en Meis no se limitaron a la muerte de algunos de sus vecinos, a las condenas de cárcel de otros y al exilio forzoso a Cuba y Argentina de unos pocos más.

Hubo una consecuencia mucho más sutil y duradera en el tiempo. "El silencio que siguió a la guerra en Meis fue tan grande que incluso nos hemos encontrado con hijos de represaliados que no tenían ni idea de que sus padres habían tenido una actividad política y que habían sufrido consejos de guerra".

Por eso la obra es también una historia del silencio.