Por primera vez en más de cuatro siglos, ni un solo caballo salvaje entró ayer en el curro de A Valga, en el municipio pontevedrés de Oia. Como habían anunciado, ganaderos de la zona y "aloitadores" transformaron la primera "rapa" de la temporada en un plantón contra el decreto equino de la Xunta y la obligatoriedad de identificar el ganado con microchip. Con su acción, advierten de que está en peligro la supervivencia de un espectáculo que acumula más de 4.000 años de historia en Galicia.

De hecho, la concentración de ayer, que dejó sin marcar y sanear a unas 300 cabezas de ganado en libertad, no tiene precedentes conocidos. Así lo señalaba Javier Álvarez Blázquez, secretario de la Asociación de Gandeiros de Cabalos do Monte da Groba, al asegurar que "nunca se había cancelado el curro, ni siquiera durante la Guerra Civil".

Para Argentino Durán, presidente de la "rapa" de A Valga, "esa es la mayor vergüenza". Muy crítico ante la imposición del microchip, Durán lamentaba ayer, sin embargo, la situación en quedan los caballos tras suspenderse el curro:"Es un desastre total, una ruina. Quedan sin marcar, sin limpiar" y, en muchos casos, "morirán este verano comidos por los parásitos", advirtió.

A los ganaderos –hay más de 70 inscritos en la asociación de A Valga– les duele no poder cumplir con la tarea que les legaron sus antepasados y por cuya pervivencia luchan. "Solo queremos continuar con la tradición, mantener la cría de caballos salvajes y no convertirlos en animales de manexo [domésticos] como parece que pretenden desde la Xunta", apuntó Modesto Viñas, presidente de los curros de la Serra da Groba (Torroña y Mougás), que tradicionalmente se celebran en el mes de junio.

Ninguno comprende por qué razón se quiere cambiar la marca a fuego de los caballos, autorizada por la legislación europea, por un nuevo sistema más costoso y que creen menos eficaz.

Javier Álvarez Blázquez, como el resto de propietarios de reses salvajes, defiende las marcas como un sistema "infalible", puesto que es "visible para todo el mundo" y obliga a los ganaderos a registrarse con su "sello" en una asociación, que, a su vez, vela por que se contraten seguros de responsabilidad civil que respondan ante cualquier accidente o destrozo que puedan causar los animales.

Por esa razón, algunos hablan de un "interés recaudatorio" en la obligatoriedad del microchip, que, con un coste aproximado de 40 euros, resulta excesivamente caro para identificar unas cabezas de ganado cuya explotación comercial apenas resulta rentable. Un caballo, que se vende por su carne, reporta a sus propietarios "unos 50 euros", explicó Argentino Durán.

Otros creen, sin embargo, que hay otra razón "oculta" detrás del decreto equino: el control del monte."Los caballos no tienen interés económico; interesan más los parques eólicos, las explotaciones de biomasa y las plantaciones de eucaliptos, donde los caballos salvajes son un estorbo", aseveró el secretario de la asociación de ganaderos de Serra de A Groba.

De una forma u otra, todos quieren una rectificación por parte de la Xunta para que deje de "asfixiar" una actividad milenaria y permita conservar en Galicia el "único reducto de estos caballos salvajes que se conserva en Europa", asegura Modesto Viñas.

Los curros de Torroña y Mougás, en junio, tampoco se celebrarán

"Se van a suspender todos, ya sea por un año, dos, tres, cinco o los que haga falta. Queremos conservar una tradición y no vamos a ceder". Con esta contundencia confirmaba ayer Modesto Viñas que los curros que preside, en Torroña y Mougás, tampoco se celebrarán en las fechas previstas (el primer y segundo domingo de junio, respectivamente).

Para Viñas, el decreto equino es un "ataque" a una forma de ganadería "en peligro de extinción", que ahora "pretenden marear" con "trámites y exigencias" desde la administración. "Nos torean", asegurabaen A Valga, punto de encuentro ayer de los amantes de esta tradición que, pese a la suspensión de la "rapa", disfrutaron de una jornada de convivencia en el monte.