Nos acercamos a O Garaxe Hermético y charlamos con Kiko da Silva, director de la escuela y alma de esta aventura.

–¿Cómo se te ocurre la idea de una escuela de autores de cómic?

–La idea ya estaba ahí, lo único que hice fue trabajar para hacerla realidad. Este es un proyecto personal que puse en marcha con mis ahorros porque estaba cansado de que, cada vez que nos reuníamos, siempre acabábamos quejándonos de que no se podía estudiar de manera profesional banda deseñada (BD) e ilustración en Galicia. Cuando encontré el local le comenté el proyecto a los autores que yo creía capaces de llevar a cabo conmigo el plan de estudios y enseguida aceptaron formar parte del profesorado.

–Es un proyecto pionero en Galicia. ¿La idea toma modelos o se inspira en la experiencia profesional de los fundadores?

–Visité varias escuelas privadas de España y hablé con responsables de éstas para saber con qué problemas me iba a encontrar. También fui a la Casa de los Artistas de Angulema (Francia) para saber cómo trabajaban ellos y conseguí varios planes de estudios de distintos centros. Tras leerlos con calma y discutirlos entre los profesores elaboramos un plan de estudios propio, añadiendo aquellos aspectos como los derechos de autor o la formación empresarial, aprender a montar una editorial de cómics.

–Llama la atención la calidad del profesorado: sois autores sobradamente conocidos. Todos habéis editado cómics a nivel nacional y presumiblemente lo seguiréis haciendo.

–Hice varias consultas para intentar sacar una titulación oficial, pero me encontré con un par de trabas que me hicieron cambiar de idea. Me exigían que los profesores tuviesen la misma titulación o superior a la que iban a impartir en la escuela. Pero como no existe una titulación universitaria de autor de cómics o de ilustración en España, me pedían que fuesen titulados en Bellas Artes, donde por cierto no se estudia ni cómic ni ilustración, ya que las consideran artes menores. Miguelanxo Prado no tiene título universitario, pero prefiero que venga él a dar unas clases que un doctor en Bellas Artes que nunca hizo una BD, así de claro. Todos los profesores, Fernando Iglesias, Miguel Porto, Norberto Fernández y Jacobo Fernández, son grandes profesionales en activo.

–¿Y el otro problema?

–La programación. Sería el Ministerio de Educación el que nos diría a los profesionales qué asignaturas dar y cómo, algo que haría que las clases nunca se ajustasen a la realidad profesional de la BD y la ilustración. Dudo que en el ministerio alguien sepa en qué consiste esta profesión y qué es necesario para aprenderla. Todo esto hizo que prefiriese optar por crear una escuela privada. Ningún editor te pedirá un título de dibujante de cómics o de ilustrador para publicar, sino un book de trabajos profesional, y si les gusta te ponen un contrato delante. Queremos que nuestros alumnos publiquen.

–La escuela es un espacio acogedor, polivalente, cómodo. ¿Será un centro eminentemente práctico?

–Lo imaginé así nada más visitar el local. Me gustaría que fuese un lugar de encuentro de creadores, donde además de las clases se generen debates, proyectos conjuntos, presentaciones, exposiciones... Hacemos exposiciones temporales todos los meses. Actualmente exponemos originales de Trazo de Xiz, de Miguelanxo Prado. Y una BDteca con más de 500 títulos para poder leer y consultar. Además, haremos presentaciones de novedades editoriales.

–Los cursos, ¿tienen una duración determinada?

–Hay dos cursos, uno intensivo de lunes a jueves que dura tres años y se dan más de 700 horas lectivas al año. Y un curso más largo que se da los sábados para gente que estudia o trabaja y que quiere aprender más a su ritmo. Además, se impartirán clases magistrales con autores profesionales que visitarán la escuela para hablar de temas concretos o de sus nuevas obras. También convocaremos cursos para aficionados, por las tardes, para ir formando la cantera de futuros profesionales.

–¿Se entiende la escuela como un centro que marque estilísticamente?

–No queremos ni imponer un estilo ni ser una fábrica de clones de los profesores, sino formar a los autores con la libertad suficiente para que ellos mismos escojan y creen su propio estilo y personalidad.

–Comunicaste a Moebius el homenaje que hacia su obra supone el nombre de esta escuela. Debió ser una impresión fortísima su fallecimiento días antes de la apertura.

–Cuando decidí que quería llamarlo O Garaxe Hermético, le escribí un correo electrónico a Moebius para intentar quedar este año en Angulema y contarle este homenaje. Desgraciadamente ya estaba muy enfermo y nunca llegué a tener respuesta. Ya en Angulema me dijeron que no iba a asistir y que la cosa era muy grave. Allí perdí la esperanza de poder hacerle el homenaje en vida. Semanas después del festival me dieron la triste noticia y el homenaje se convirtió en póstumo. Me gusta pensar que alguien de su equipo o de su familia le leyó mi e-mail y que se marchó sabiendo que queríamos hacerle este homenaje en un lugar llamado Galicia.

–Hubiera sido maravilloso haber contado algún día con el creador de "El garaje hermético".

–Estoy seguro de que le iba a gustar la idea del nombre. Las veces que pude compartir algunas palabras con él, en el Salón del Cómic de Barcelona, me demostró que era una persona muy vital, que amaba el cómic de una manera increíble y que se entusiasmaba con las cosas como un jovencito.

–Será maravilloso pensar que de la escuela emergerán futuros maestros del noveno arte. Supongo que esa sería tu mayor satisfacción a medio plazo.

–Mi mayor aspiración, y creo que la del resto de profesores del Garaxe Hermético, es que de nuestras aulas acabe saliendo alguno de los autores de prestigio del futuro. Sería el mayor logro y daría sentido al esfuerzo de montar esta escuela en un momento tan difícil como el que estamos viviendo y sin ayudas públicas.