De pequeña, Paula creía que venía de otro planeta. Consciente desde muy niña de que procesaba sus pensamientos de una forma distinta a los demás, ha conseguido llevar una vida "normal". Esta educadora en inteligencia emocional y diagnosticada dos veces, da una vuelta de tuerca al trastorno que esconden las siglas "TDAH" (trastorno por déficit de atención e hiperactividad). Donde unos acentúan la desobediencia, el desorden e irresponsabilidad, la joven destaca la capacidad de trabajo, la creatividad y la facultad de resolver problemas. Mañana a las 18.00 horas dará una charla que organiza la Federación Olívica de ANPAS (y financian los laboratorios Rubió y turline Express) en el Instituto Municipal de Educación en Vigo.

–¿Qué le pasa a un niño hiperactivo?

–Es como si tuviésemos mil cerebros y cada uno pensase en lo suyo. Yo hablo contigo y tengo que tener la atención focalizada en la conversación. Fisiológicamente, a nuestro cerebro le cuesta liberar noradrenalina y dopamina.

–Pediatras de Atención primaria y pedagogos alertan del 10% de aumento de diagnósticos de alumnos hiperactivos.

–Puede que también haya un "sobrediagnóstico" de hiperactividad, con solo un cuestionario de comportamiento.

–Evita hablar de enfermedad o disfunción, pero los médicos sí lo denominan patología.

–Es una particularidad; yo lo llamo así. Hago aulas con niños con problemas. Hay días en los que se notan muy impulsivos, tienen mucha energía, no saben cómo canalizarla y eso les genera estrés. Tienen problemas para tener relaciones con su entorno. Pero también tenemos una capacidad de análisis muy buena y por eso somos capaces de ver orden cuando hay caos, de sintetizar, de actuar en situaciones de emergencia y somos muy creativos y con memoria visual. También nos volcamos mucho en las cosas que nos gustan. Somos personas sensibles y nos adaptamos muy bien a los cambios.

–Habla como si existiese un denominador común entre todos los afectados.

–Sí. Sí, lo hay. Somos muy similares en nuestra forma de pensar y en la manera de enfrentarnos a las cosas. Procesamos la información de forma diferente, según estudios. Por ejemplo, parecemos ingenuos porque interpretamos todo de forma literal y no sabemos procesar la ironía.

–Dice que usted se dio cuenta desde pequeña, ¿cómo supo que realmente era diferente y no simplemente un poco despistada?

–Los hiperactivos nos lo cuestionamos todo. Ves cualquier cosa desde ochenta puntos de vista distintos. Yo veo una película y cambio los guiones en mi mente, por ejemplo. Pienso cómo se podría hacer mejor... En qué estaría pensando el responsable de vestuario; me fijo en el mobiliario... Es como si tu mente fuese a diez mil revoluciones. Y a veces tienes ganas de salir corriendo porque todo te agobia.

–¿Cómo ha sido para usted conocer el diagnóstico?

–La idea es que yo sufro TDAH y nunca me mediqué; siempre trabajé desde la inteligencia emocional, aunque antes no se llamaba así. Me lo diagnosticaron a los 16 años porque me quedé casi sorda. Fui al médico, me hicieron un montón de pruebas, y tras ver que escuchaba perfectamente, el psiquiatra me confirmó que tenía hiperactividad. Solo tenía que concentrarme mucho para oír a la otra persona. En la adolescencia, se puede agravar o aminorar.

–Y hubo otra vez.

–Tuve un problema de salud por no descansar a finales de 2010; me quedé paralizada del lado derecho, el organismo no lo aguantó. Y el psiquiatra me lo confirmó. Pero si tú sabes lo que eres, eres capaz de conducir la máquina que tienes. Si tienes un Ferrar, tienes una ventaja grande si sabes conducirlo y cómo no salirte en las curvas. De alguna manera, pretendo que nos demos cuenta de que puede ser, incluso, una ventaja para quien lo sufre.

–¿Es impensable un niño con hiperactividad y un expediente académico brillante?

–¡Y con una vida brillante! Se cree que un hiperactivo no va a tener éxito. Pero sí. Muchas veces coincide con un alto cociente intelectual y hay pesonajes célebres como Walt Disney, Einstein, Gauguin, Picasso, Mozart, Van Gogh... que fueron hiperactivos.