A sus 74 años, el Rey Juan Carlos es "imparable". Así lo definió ayer su hijo y heredero, el príncipe Felipe, tras visitarle en la clínica donde el monarca convalece tras someterse a una operación para solventar una fractura en su cadera derecha. Una lesión más de las muchas que Don Juan Carlos ha sufrido por su, también imparable, afición a la caza o a deportes como el esquí. La última fue en la madrugada del pasado viernes, tras una caída accidental en Botsuana, país sudafricano al que se había desplazado para cazar, presumiblemente elefantes. La primera de sus cicatrices cinegéticas data de noviembre de 1988 cuando, en Suecia, una rama le golpeó en el ojo.

Dicen que el Rey estrenó su rifle en África con solo 24 años, y que desde entonces ha cazado en el continente negro búfalos, antílopes, leopardos y elefantes. Aún así su afición cinegética viene de mucho antes, quizá de su herencia borbónica. Sus biógrafos cuentan que el primer animal que cazó Don Juan Carlos fue una liebre en El Pardo (Madrid). Después mataría a su primer jabalí en 1949, con once años, dos menos de los que tiene su primer nieto, Felipe de Marichalar, aún ingresado al dispararse, en un pie, con la escopeta con la que dicen que practicaba. La Infanta Elena y el Príncipe de Asturias también han hecho sus pinitos, aunque Don Felipe prácticamente ha colgado el arma desde su matrimonio con Doña Letizia.

Ahora es precisamente la gran pasión por la caza del Rey –que comparte con la vela y el esquí, deportes responsables del resto de sus lesiones–, la que ha situado al monarca no observando por el visor de su rifle la próxima pieza a cobrarse, sino en el blanco de todas las críticas. Máxime cuando Don Juan Carlos figura como presidente de honor de la principal asociación conservacionista, WWF, y la Reina, es una conocida defensora de los animales. Incluso, poco tiempo antes del suceso, Doña Sofía se dirigió por carta al Ayuntamiento de Barcelona para pedir que mejorasen las condiciones de vida de la elefanta "Susi", deprimida en el zoo de la capital catalana tras la muerte de su compañera de cercado.

Fincas con solera

Desde sus inicios con el rifle, y ya como jefe del Estado, Don Juan Carlos ha pisado las fincas con más solera cinegética de la geografía española. Estuvo en La Camacha, en Castilla-La Mancha, donde compartió jornada con el expresidente estadounidense George Bush –padre–, en las fincas de Alberto Cortina y Alberto Alcocer, donde acudía a tirar contra ciervos y corzos; en la extremeña La Golondrinas o en La Encomienda de Mudela, en Ciudad Real. Los años han hecho que el Rey acuda menos a las monterías, y que incluso necesite una silla diseñada especialmente para él, que le ayude a soportar las largas esperas.

Rann Safaris, la empresa que organizó el safari en el que Don Juan Carlos se inmortalizó junto a un elefante abatido, presume de haber labrado con el Rey una amistad que dura ya más de treinta años. En ella lleva un rifle de los llamados "dobles", especiales para piezas y peligrosas, y bautizados como "rifles de elefantes". El accidente actual se suma a la lista negra de "percances cinegéticos" de Don Juan Carlos, abierta con el asunto del oso "Mitrofán", domesticado y emborrachado, según la prensa rusa, "con miel y vodka" para que el Rey lo matase. Lo logró de un solo tiro.