Sus pacientes no hablan pero tienen miles de cosas que contar. María Martinón-Torres sabe escucharles, les hace mil preguntas y consigue, fósil a fósil, reconstruir cómo éramos hace miles de años. La particular "consulta" de esta doctora ourensana se encuentra en Burgos. Allí dirige, desde 2007, el Grupo de Antropología Dental en el Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH).

El yacimiento de Atapuerca es su "hospital" de base, pero también es una asidua al riquísimo yacimiento de Dmanisi, en la República de Georgia (Próximo Oriente), donde dirige una relevante investigación que ha dado la vuelta a una de las hipótesis más asentadas en el campo de la paleontología, la de que los homínidos se dispersaron desde África hasta Europa. "Hemos hallado los restos humanos más antiguos de fuera de África, de 1,8 millones de años, que podrían dar la vuelta al mapa y probar que el origen de los primeros europeos no es africano, sino asiático", resume.

María habla con pasión de los fósiles, de los modos de vida de los homínidos y, sobre todo, de los dientes. "Cuando encontramos un diente en el yacimiento es el mayor tesoro; son los restos mejor conservados en un yacimiento dada la dureza del esmalte y nos hablan de muchísimas cosas, de la dieta de los homínidos, que era muy abrasiva ya que tomaban los alimentos sin cocinar y con mucha tierra, de su taxonomía (la especie a la que pertenecen) su edad, las enfermedades que sufrieron: hay que fijarse muy bien en las marcas de esas piezas y no dejar pasar ningún detalle", describe la antropóloga.

Conocer la dieta es muy importante para definir la evolución de las especies para "reconstruir el puzzle", como define Martinón su trabajo. "Cuando los homínidos comenzaron a ingerir carne de forma consistente se hicieron más libres; de hecho, se asocia la ingesta de carne al aumento del tamaño craneal, cambia su vida social porque necesitan menos cantidad de comida y pueden realizar desplazamientos más largos", añade la científica.

La formación en Medicina de María le ha hecho volver a sus orígenes y ahora se centra especialmente en descubrir qué enfermedades sufrían los homínidos y ver cómo afectaban a su supervivencia. "Las enfermedades de los homínidos, hasta ahora, se han estudiado de forma anecdótica", apunta la doctora. Para cubrir este vacío, hace dos años, Martinón-Torres inició en el CENIEH su propia línea de paleopatología.

"Partimos de una gran dificultad, que es la falta de partes blandas para analizar, pero aplicamos técnicas muy sofisticadas como el tac y el microtac que nos permiten conocer los procesos que han afectado a los huesos. Lo más complicado es conocer la causa de la muerte", advierte.

Periodontitis y raquitismo

Según sus estudios, los homínidos tenían muchas patologías bucodentales como el desgaste muy irregular, problemas de oclusión, periodontitis e infecciones. "Hay que tener en cuenta que estos humanos aún no controlaban el fuego, así que usaban la boca como una tercera mano. Pero también sufrían muchos síndromes carenciales, falta de vitaminas D y C, lo que se percibe por las alteraciones en la textura de los huesos; había muchos casos de raquitismo y también era común el escorbuto", describe la doctora.

Aunque el trabajo de la antropóloga ourensana se centra en Atapuerca y en Dmanisi, participa en varios proyectos de investigación de carácter internacional con Francia, China, Sudáfrica, Reino Unido. El mes pasado acudió con el director del CENIEH, José María Bermúdez de Castro, a Israel para establecer un primer contacto con la Universidad de Tel-Aviv que permita llevar a cabo proyectos conjuntos de investigación.

La pasión que siente por su trabajo se demuestra también en su interés por la divulgación. Ha sido comisaria científica de la exposición de los tesoros de Atapuerca en el Museo de Historia Natural de Nueva York en 2003, y en la actualidad participa en la organización de la exposición de los fósiles de Dmanisi en el Museo Nacional de Georgia (Tbilisi) y su posterior exposición en España. "Es un tema complicado, pero creo que sería interesante poder ver sus tesoros en el Museo de la Evolución Humana de Burgos", adelanta.

En el yacimiento de Georgia, María encontró además el amor. Está casada con el arqueólogo holandés Mark Sier, al que conoció excavando en Dmanisi. "Concilio la vida personal y profesional gracias a él, porque desgraciadamente en España la administración sigue empeñada en que los científicos se ajusten a esquemas y jornadas laborales rígidas y obsoletas que, además de no adecuarse a nuestras necesidades no favorecen la creatividad", critica Martinón. Su otra gran pasión es su hija María, de dos años, y el hermanito que viene en camino.