Salvador Gutiérrez Ordóñez (Asturias, 1948) es catedrático de Lingüística en la Universidad de León, doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo y desde 2008 es miembro de la Real Academia Española (RAE), donde ocupa el sillón "S", en el que sustituyó al filósofo Julián Marías. Gutiérrez ha dirigido el equipo que sacó adelante la nueva Gramática española y es uno de los 26 académicos –entre los que se encuentra también el gallego Darío Villanueva, secretario de la RAE– que suscribieron el informe de Ignacio Bosque que critica muchas de las guías de lenguaje no sexista publicadas en los últimos años en España.

–¿La Real Academia Española quiere poco a las mujeres?

–Al contrario, el respeto es absoluto. Apoyamos todo lo que implique igualdad y equidad, y no olvidamos que aún quedan muchas asignaturas pendientes. Pero, siendo defensores a ultranza de esa igualdad, estamos en contra de algunos excesos.

–¿Por qué esas críticas?

–En primer lugar porque la mayoría de ellas no ha contado con la participación de lingüistas, que algo tienen que decir. Hubiera sido una decisión práctica y eficaz, que habría evitado errores de bulto. Hay cosas en esas guías que no firmaría un lingüista serio.

–¿El lenguaje es, en esencia, sexista?

–El lenguaje no es sexista ni deja de serlo. El lenguaje es espejo de la sociedad. Lo culpamos de transmitir actitudes no socialmente recomendables, pero cuando encontramos mensajes cargados de intencionalidad es porque alguien los ha cargado.

–¿Qué hacemos con los nombres femeninos de las profesiones?

–El lenguaje se adapta a la sociedad. En las Cortes de Cádiz se hablaba de diputados porque todos eran hombres. Después se empezó a hablar del diputado y de la diputado. Ahora hay diputados y diputadas. Cada poco estamos incorporando términos femeninos, la Academia jamás se opuso a esos cambios. Con el Ejército, por ejemplo, pasa lo mismo: decimos el soldado y la soldado.

–¿Diremos algún día la soldada?

–La palabra soldada tiene, además, otro significado, pero sí. La soldada, la coronela, la generala... Es cuestión de tiempo y de uso. Hace unos años la palabra ingeniera sonaba mal. Cuando yo estudiaba en Oviedo, las ingenieras eran las esposas de los ingenieros.

–¿Y miembra?

–Cuidado con algunas palabras. Elementa, tipa, individua... Lo que se han acabado creando son términos despectivos, y puede que eso mismo ocurra con la palabra miembra.

–¿Reivindica el masculino?

–Defiendo el uso neutro, que no es ni masculino ni femenino. Quiero insistir en algo: el lenguaje, el nuestro y el de otros, es sumamente económico, no gasta pólvora en salvas ni mata moscas a cañonazos. Tomemos el ejemplo de las especies animales, donde es muy común el género epiceno, que designa un solo género gramatical para ambos sexos. Decimos "el hipopótamo" y si queremos distinguir hay que hablar de "el hipopótamo hembra", pero también decimos "la cigüeña" o "la cebra", denominación que sirve para los machos y las hembras.

–Pero también nos referimos al gato y a la gata, o al perro y la perra.

–Y al toro y a la vaca. Pero cuando decimos que el gato es un mamífero, la palabra gato no se está oponiendo a la palabra gata. Cada palabra tiene un uso específico y un uso genérico. Decimos "el hombre es mortal", pero nos suena raro "El hombre y la mujer son mortales". El contexto es el que resta ambigüedad.

–Siempre se puede sustituir el masculino por términos colectivos. En vez de "los alumnos", "el alumnado".

–Sin duda. Pero no siempre estamos hablando de términos sinónimos. De hecho, los ejemplos de sustitución perfecta son escasos. ¿Qué término colectivo buscamos cuando me quiero referir a "cinco alumnos" o a "algunos alumnos"?

–No es fácil.

–Efectivamente. Lo que no se puede es atentar contra el sistema mismo de nuestra lengua. Y el masculino genérico, el uso neutro, pertenece a ese sistema. Esa posibilidad de neutralización la tienen todas las lenguas indoeuropeas, pero es que no ocurre solo con el género, sino también con el número. El singular se toma también como uso neutro: el hombre es mortal. La forma neutra es la tercera persona: nieva, llueve...

–El informe del académico Ignacio Bosque está suscrito por 26 compañeros en la RAE. ¿Compañeros... y compañeras?

–Es un informe que no ha tenido discrepancias, y en ese grupo de académicos están incluidas Carmen Iglesias, Margarita Salas o Soledad Puértolas. No hay discrepancias porque es un estudio muy equilibrado, sin ningún interés de confrontación y como respuesta a guías muy poco fundamentadas.

–¿Por qué el informe ahora?

–Se llevaba tiempo estudiando este asunto. Es duro comprobar que hay guías de lenguaje no sexista que incorporan usos con carácter obligatorio, y que en algunos casos han implicado multas y castigos a quien no las ha seguido. Castigos por usar el castellano. Me parece una auténtica extralimitación.

–¿Ve mala intención?

–Veo muchos excesos, generados en la mayoría de las ocasiones con buena voluntad. Pero es que además la polémica no favorece precisamente a las mujeres, produce más reacciones negativas que positivas.

–¿Hablar de diputados y diputadas, médicos y médicas, profesores y profesoras, ciudadanos y ciudadanas no le parece enriquecedor?

–Repito que el principio de economía rige el lenguaje. Siento que, al contrario, hay peligro de empobrecer porque se quita capacidad de expresión y porque a veces es todo muy antiestético. La realidad se convierte en parodia y eso es lo que hay que evitar. Quiero enviar el mensaje de que nadie tiene por qué preocuparse, que la Academia de la Lengua es un mero notario del uso del lenguaje. "Jueza" es una palabra plenamente aceptada por la Real Academia, porque desde hace mucho tiempo se usa en la sociedad española. Y sin embargo hay muchas juezas a las que la palabra no acaba de gustar.