"El año 1700, con la instauración de Felipe V y los Borbones, marca una España salida de la ruina y que se embarca en la ilusión por el fomento del progreso e implantación de novedades, que prefigura el nacimiento de la Ilustración y en la que, por vez primera, se hace evidente la necesidad de fomentar el progreso económico". Así dibujaba ayer en el Club FARO la historiadora María José Rubio esa etapa que centró su charla sobre "El cerrajero del Rey: intriga cortesana y espionaje industrial en la España del siglo XVIII".

Rubio, que fue presentada por el periodista Chema García, publicó en La Esfera de los Libros "El cerrajero del Rey", novela cuya trama se nutre precisamente de los datos de la España de la primera mitad del XVIII, tras la llegada de los Borbones. "La España de entre 1700 y 1760, reinados de Felipe V, Luis I y Fernando VI –cuenta la historiadora– es una época en general bastante desconocida y sin embargo fascinante porque refleja a un país salido de la ruina y decadencia que tras la guerra de Sucesión ha dejado el último de los Austrias, Carlos II, y se adentra con gran motivación en los cambios que promete la nueva dinastía".

"Por vez primera se hace evidente –explica Rubio– la necesidad de fomentar el progreso económico, de procurar la instalación de fábricas de todos los géneros y de valorar la laboriosidad en el pueblo. Y hubo un sector industrial especialmente importante, la metalurgia y, dentro del mismo, el descubrimiento del secreto de fabricar acero industrial. Media Europa estaba en guerra y especialmente Francia e Inglaterra querían arrebatar a España el monopolio comercial de las Américas. En esa guerra, fundamentalmente marítima, el acero de función era la clave para mejores cañones y mejores navíos".

Guerra sucia

Según Rubio España se suma a todo tipo de guerra sucia y surge con fuerza lo que luego se llamaría espionaje industrial. En estas lides será un verdadero especialista el primer ministro, Marqués de la Ensenada, que montó todo un entramado de espías dedicados a viajar por Europa para entrometerse en las fábricas punteras".

Habló Rubio de esa corte protagonizada por Felipe V y sus hijos Luis I y Fernando VI, hombres débiles y enfermizos y, en el caso del primero y el último, con grave enfermedad mental que hoy podríamos calificar de bipolaridad o depresión aguda. "A estos primeros Borbones se contrapusieron en cambio mujeres fascinantes que se enfrentan por su ambición, las reinas Isabel de Farnesio (mujer de Felipe V) y Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI".

Quienes hoy pasean por los aledaños del Palacio Real, en la madrileña Plaza de Oriente, poco o nada saben de la historia de este hermoso lugar: a principios del siglo XVIII, se levantaba allí el Alcázar Real, al que un desafortunado incendio prendió fuego por entero el 24 de diciembre de 1734. En ese mismo lugar, 4 años más tarde, comenzó a construirse el imponente Palacio que hoy puede contemplarse. Rubio, en su descripción de la época, recorre además otros palacios como el del Buen Retiro, El escorial, Aranjuez...

Un aspecto muy curioso y estudiado a fondo por Rubio era la presencia de los cerrajeros, "parte importante en la vida de los reyes, puesto que fabricaban complejas cerraduras para asegurar algunas estancias. Tener la llave de algunos lugares demostraba ser un hombre importante y únicamente el rey tenía una llave maestra. "El mundo de la cerrajería de palacio era increíble –explica Rubio–. La seguridad de las personas reales dependía más de las llaves que de la propia guardia. Existían tres tipos de llaves en palacio (de 1,2, y 3 vueltas) con arreglo a la proximidad de acceso al Rey que uno tenía".

Estaba, además de ellas, la "llave del gentilhombre". Si se perdía una llave de gentilhombre había que cambiarlas todas igual que, en cada cambio de reinado, se cambiaban todas las cerraduras de todos los palacios. Solo el rey poseía una llave maestra, los moldes se guardaban en un "arca de tres llaves" y el cerrajero real acompañaba a la familia del rey en sus viajes".

"Fue una etapa con personajes fascinantes"

María José Rubio habló de una época, esa España de principios del siglo XVIII que, según dijo, "está plagada de personajes interesantísimos" . En esa España recién salida de una Guerra, donde se reparten el amor y el odio de la Corte dos reinas como Isabel de Farnesio y Bárbara de Braganza, es donde se mueve el protagonista de su libro, el aprendiz de cerrajero Francisco Barranco, "un personaje que existió realmente, como todos los de la novela, pero del que hay muy poca documentación", completa la historiadora.

Esos personajes "fascinantes" que confluyen en ese tiempo en España son gente como los Goyeneche, grandes empresarios que poseían el privilegio de impresión de ´La Gaceta de Madrid´, los arquitectos Bonavía, Juvara y Sacchetti, que colaboraron en la construcción del nuevo Palacio Real de Madrid, antes Alcázar Real habitado por los austrias, artistas como Farinelli y Scarlatti, políticos como el Marqués de la Ensenadamujeres como María Sancho Barona, condesa de Valdeparaíso..."

Por las ventanas

El Alcázar fue devastado por un gran incendio y fue muy cerca, en el Convento de San Gil, fue donde primero se dieron cuenta del incendio, tocando las campanas a rebato. Quienes más ayudaron a salvar las obras de arte que contenía y las pertenencias reales fueron los cerrajeros de la zona, las únicas personas que, en ausencia de los reyes, podían acceder a las diferentes estancias palaciegas. "Los cerrajeros llegaron al Alcázar –contó Rubio– ya con las llamas avanzadas y comenzaron a abrir puertas y puertas. De allí había que sacar cuadros, tapices, muebles, libros y el archivo documental de la corona. Era imposible hacer esto con orden y cuidado, por lo que salieron por las ventanas de mala manera y amontonados sin cuidado. Obras como las Meninas se salvaron así".