"El franquismo fue implacable en sus fusilamientos. El número total de ellos solo en Madrid fue enorme, de tal calibre que solo en contextos de un odio inmenso se puede concebir", decía ayer en el club FARO Manuel García Muñoz, un profesional vinculado gran parte de su vida a la industria cinematográfica que se sumergió en una investigación concreta sobre los fusilamientos de la posguerra en Madrid. "Pero si los republicanos los exageraron, el franquismo tampoco quiso publicitarlos".

Presentado por el publicista Carlos Núñez, el cineasta, que trabajó diez años con Basilio Martín Patiño, afirma que entre 1939 y 1944 están documentados en Madrid unos 3000 fusilados por la Justicia Militar del franquismo, enterrados en el cementerio de la Almudena. "Después se siguió fusilando –dijo– pero en otras partes como en el campo de tiro de Carabanchel. De esos 3.000, eran mujeres 79, y casi la mitad eran de Madrid y un cuarto de pueblos".

García Muñoz publicó ´Los fusilamientos de la Almudena´ (Ed. La Esfera de los Libros), que trata una "historia donde lo terrible estaba, además, marcado por el odio, por la mixtificación, por la propaganda y por el olvido". De lo que habló ayer fue de un trabajo exhaustivo realizado por él para "inventariar" los asesinados en Madrid en esos cinco años primeros tras la guerra, sobre los que existía un velo de silencio. "La historia en muchas ocasiones –dice– está escrita desde un sólo punto de vista. Por un lado la propaganda de los partidos republicanos que puestos a utilizar los fusilamientos contra el régimen franquista creían que cuánto mayor fuese el número de fusilados mejor. Y por otro, el sentimiento de venganza de los nacionales que cuando tomaron Madrid no dejaron títere con cabeza y juzgaron a todos aquellos que con pruebas o sin ellas habían participado en la muerte de ´los suyos. El franquismo tampoco estuvo interesado en divulgarlo demasiado y los periódicos, después, mantuvieron a la sociedad ignorante durante muchos años. Tras el fin de la guerra la maquinaria represiva de los vencedores se puso en marcha de inmediato".

Contó García Muñoz que las condenas en caso de ser de pueblos, estaban casi aseguradas. En ellos se había vivido un calvario especial con la dictadura de Primo de Rivera y el Bienio Negro de la República en que gobernó la derecha, con un recorte de derechos del campesinado que generó odios hoy inconcebibles entre quienes se alistaban en uno u otro lado. En casi todos los pueblos de Madrid se quemaron iglesias y cuando no, hubo todo tipo de expolios. Todos se conocían en ellos y las denuncias, muchas de las cuales acabaron en fusilamiento, fueron sistemáticas. "Yo me he leído unas diez mil denuncias –comentó– que quedan para siempre. Los juicios pueden borrarse pero éstas quedan para oprobio histórico de quienes las hicieron".

Dijo el cineasta que cuando leyó por primera vez el listado con los nombres de las personas ejecutadas y enterradas en el cementerio de la Almudena que recopiló en libro Mirta Núñez, inmediatamente advirtió que aquellos nombres, salvo los de algunos comunistas y JSU, le eran desconocidos. ¿Quiénes habían sido las personas que respondían a aquellos nombres y en qué sucesos habían estado implicados? "Empecé a sospechar la falsedad de toda esa palabrería de posguerra del franquismo –afirmó– , según la cual todos los que no tuvieran las manos manchadas de sangre no tenían que temer nada. Franco, al no disponer de republicanos conocidos que fusilar porque por su especial información habían huido, se cebó con gentes de base que no tenían responsabilidad alguna".

Los juicios a los que estas personas fueron sometidos durante los años 1939-1944 carecieron de legitimidad democrática (por lo tanto fueron ilegítimos) según García Muñoz. "Los Tribunales Militares ni siquiera respetaron el sistema legal del bando vencedor: prevaricaron. "Incurrieron en el más execrable de los delitos que pueda cometer un juez, al aceptar pruebas que sabían falsas y obtenidas de manera ilegal, y a continuación, dictaron sentencias siguiendo las indicaciones de sus jefes".