Las historias vitales de las guerrilleras antifranquistas han quedado atadas al olvido. Casos excepcionales en literatura y cine dan pistas de algunas en un mundo de hombres. Un ejemplo de ficción es Mercedes en El laberinto de Fauno de Guillermo del Toro. El filme transcurre en los Pirineos aragoneses en la década de los 40. En ese tiempo, en el noroeste gallego, las maquis también plantaban guerra al régimen, en la provincia de Ourense (zona de O Barco), Lugo y A Coruña.

La catedrática de la Universidade de Santiago Aurora Marco baraja que, desde que finalizó la contienda hasta los años 50, muchas gallegas –ella recoge más de 200 en un libro– sirvieron de enlaces o pasaron a la clandestinidad del monte y el grupo guerrillero.

Marco defiende que, en ellos, "la presencia de la mujer fue fundamental. Lo han reconocido los propios compañeros de lucha. Si eran enlaces colaboraban en la logística, preparando comida, ropa y otros medios. Algunas llevaron a cabo misiones delicadas intentando introducir armas en la Cárcel de Ourense. También abrían nuevas casas, donde refugiar a perseguidos".

Cuando, con suerte, recibían un aviso de que habían sido descubiertas, entonces, daban el paso de refugiarse en el monte, pasando a la clandestinidad. Si eran capturadas, "la represión tenía una dureza brutal", explica Aurora Marco quien ha invertido los últimos años en investigar en este asunto, entrevistando incluso a supervivientes.

"Dos mujeres fueron ahorcadas en un cerezo en O Val (Rubiá): otra guerrillera fue quemada viva en un combate en la Serra do Xistral", señala recordando los datos de su libro Mulleres na guerrilla antifranquista (Edicións Laiovento), que a partir de las 20.00 horas de hoy presentará en la Casa Galega da Cultura de Vigo.

Las torturas tampoco faltaban. "Carmen Rodríguez Nogueira, que murió en 2007, estuvo en la Cárcel de Quiroga, en Lugo, donde le arrancaron las uñas; le quemaron en la cabeza, axilas y vagina. Tras ser liberada, cada vez que Franco venía a Meirás, tenía a la Policía en la puerta", detalla Marco.

La investigadora se desplazó hasta París para hablar con Consuelo Rodríguez López, de 92 años quien vivía con sus seis hermanos a dos kilómetros de O Barco. Sus padres fueron fusilados, cuatro hermanos perdieron la vida y ella, tras ser enlace y estar tres veces en la cárcel, pasó a la guerrilla del monte; para exiliarse después en Francia.

"La historia es androcéntrica. La visión masculina es la que prima. Pero la historia también hay que contarla en femenino porque ellas fueron fundamentales", recalca Marco.