La ONU tilda sus proporciones de "epidémicas" y advierte que ningún país está a salvo de la trata de personas, pero resulta harto difícil que esta lacra salga a la luz y las frías estadísticas poco o nada revelan sobre el trauma de quienes caen atrapados por esta versión moderna de la esclavitud. Instituciones como la Organización Internacional para la Migración (OIM) recuerdan que el problema sigue latente y encauzan la colaboración de gobiernos, expertos y ONG para combatirlo. Eurídice Márquez (A Coruña, 1983) despierta conciencias desde la oficina regional de Viena como coordinadora en la trata de personas y la asistencia al retorno voluntario para el Sudeste y Este de Europa y Asia Central.

Su misión es comprobar que los proyectos remitidos por los países de estas zonas se ajustan al mandato de la OIM y a las directivas europeas €la última es de abril de 2011€, además de usar la experiencia que la institución ya tiene sobre el terreno y la cooperación con diferentes ONG para hacer recomendaciones a los gobiernos sobre nuevas políticas y ayudarles después en su aplicación. "Una de nuestras fortalezas es la gran presencia que tenemos. Somos ocho oficinas regionales en todo el mundo, dos en Europa, y también es importante conectarnos para aprender unos de otros", explica.

La trata es el tercer delito más lucrativo del planeta, después del tráfico de drogas y de armas. La Organización Internacional del Trabajo cifra en 2,4 millones el número de víctimas €incluidos hombres, mujeres y niños€, pero resulta muy complicado obtener bases de datos comparables entre países: "Las soluciones deben ser globales, a veces solo podemos llegar hasta donde un gobierno nos deja, y el proceso es muy lento. No se obtienen resultados de un día para otro".

El fin de la trata puede ser sexual o laboral, siendo éste "más difícil de detectar" y en el que ahora centra su objetivo el equipo de Eurídice. "Cada día te enfrentas a nuevas situaciones, pero el ambiente es bueno y todos son gente muy comprometida", destaca sobre sus compañeros.

Los proyectos en los que trabajan también contemplan la asistencia a las víctimas, con "fuertes traumas físicos y psicológicos", y su reintegración en la sociedad. Para ello, es esencial diferenciar entre trata y tráfico ilícito de personas, apunta Eurídice, pues este segundo concepto implica el consentimiento del migrante y su objetivo no es la explotación.

Además, el tráfico siempre conlleva el cruce ilegal de fronteras. "La trata, sin embargo, puede producirse entro de un mismo país. De hecho, la mayoría de las víctimas dentro la UE son ciudadanos europeos, sobre todo, procedentes de los últimos países en incorporarse como Rumanía, Bulgaria o Polonia", revela.

La Oficina Regional emanó de la delegación austríaca de la OIM tras una reciente reorganización, aunque ambas ocupan el mismo edificio. Eurídice lleva en su puesto solo unos meses, pero hace tres años que forma parte de esta institución independiente que celebra su 60 aniversario y que cuenta con 146 Estados Miembros y presencia en más de un centenar de países.

La joven experta estudió Políticas en Santiago €donde reside su familia€ y en su punto de mira siempre estuvieron las relaciones y la cooperación internacional, así como las organizaciones de comercio justo. Los dos últimos cursos los hizo en Rennes (Francia) y en Granada, aprovechando sus vacaciones para colaborar con diferentes proyectos en Marruecos. "Mi familia paterna es de Almería y siempre nos preocupó la explotación de los inmigrantes", relata.

Acabada la carrera, decidió poner rumbo a Viena junto a su novio austríaco y, tras hacer unas prácticas en una de las agencias de la ONU, se desplazó a Bruselas para cursar un máster en Estudios Europeos. Su tesis se centró en la trata y así contactó con la OIM,que le otorgó una beca y después la contrató como asistente de proyectos hasta su reciente ascenso como coordinadora regional. Una labor que compatibiliza con el doctorado en la Universidad de Viena gracias a una ayuda del Parlamento gallego.

Está encantada de asumir el nuevo "reto" que le han encomendado, pero no descarta ganar experiencia en otros países. "Me siento europea", asegura, "aunque desde que estoy fuera también más gallega".

Viena ya no le parece aquella ciudad "anclada en su historia imperial" que creyó intuir durante una visita turística. "Mi perspectiva cambió y me empecé a enganchar. La oferta cultural es impresionante", subraya. Las costumbres católicas están más arraigadas allí y el Camino de Santiago es muy conocido: "Hasta he visto conchas en algunas zonas".