El Nobel de Literatura 2011 distinguió ayer al poeta sueco Tomas Tranströmer, de 80 años, autor de una poesía austera y concreta que ofrece "imágenes densas y diáfanas", además de una "nueva vía de acceso a lo real", según la Real Academia de Ciencias de Suecia. Su elección no fue una sorpresa, ya que su nombre aparecía en las quinielas al premio desde hacía años. Tranströmer y el sirio Adonis eran de hecho los dos poetas que sonaban con más fuerza en Estocolmo para el caso de que la Academia Sueca decidiera, como así hizo, volver a distinguir al género lírico, algo que no hacía desde que en 1996 ganó la polaca Wislawa Szymborska.

El poeta, cuya obra se ha traducido a más de cincuenta idiomas, se mostró ayer "contento" y "emocionado" al conocer la noticia del premio. "No creía que podía llegar a vivir esto", afirmó su mujer, Monica Tranströmer, a medios digitales suecos desde su casa de Estocolmo, ya que el poeta sufre afasia desde que sufrió, en 1990, un ictus.

En España, sin embargo, su obra es apenas conocida. A pesar de que su primer poemario lo escribió con 17 años, la primera traducción de su obra al español no fue hasta 1991, año en que el sello Hiperión publicó la antología "Para vivos y muertos", traducida por Francisco Uriz. El pasado año, Nórdica publicó la selección "El cielo a medio hacer", con prólogo de Carlos Pardo. La misma editorial presenta ahora, en edición bilingüe de Roberto Mascaró, "Deshielo a mediodía". Con ambas antologías se completa la traducción al castellano de la docena de libros que Tranströmer ha publicado entre 1954 y 2004.

Nacido en 1931 en Estocolmo, en cuya universidad hizo estudios de literatura, psicología e historia de las religiones, Tranströmer debutó en 1954 con "17 dikter" (17 poemas), un libro que lo situó como una de las voces con más proyección de su época. Ahí aparecen ya el interés por la naturaleza y la música, que estarán presentes en buena parte de su producción posterior, al igual que el gusto por las metáforas claras y expresivas, lo que le valió el recelo de ciertos círculos del mundo lírico sueco. Obras como "Hemligheter på vägen" (Secretos en el camino, 1958), "Den halvfärdiga himlen" (1962, traducido al castellano como "El cielo a medio hacer") y "Klanger och spår" (Sonidos y pistas, 1966) lo confirmaron definitivamente como uno de los poetas más destacados de su generación.

Una apoplejía sufrida en 1990 le privó prácticamente del habla y dejó a medio hacer su libro "Minnena ser mig" (Los recuerdos me ven), que acabó tres años más tarde con la ayuda de su esposa Monica, fundamental también para poder escribir dos poemarios más: "Sorgengondolen" (La góndola fúnebre, 1996) y "Den stora gåtan" (El gran acertijo, 2004).

Desde entonces no ha publicado nada más y ha preferido dedicarse a escuchar música, otra de sus pasiones, dando en la práctica por terminada una obra poética que, según su colega y amigo Lars Gustafsson, trata "sobre el momento en que la niebla se disipa, cuando por un breve momento se rompe la cotidianeidad".

Desde que fue introducido en EE UU por Robert Bly en la década los sesenta, su fama internacional ha ido creciendo y ahora está traducido a más de sesenta idiomas, lo que le convierte en "uno de los poetas más grandes del mundo", según el secretario permanente de la Academia Sueca, Peter Englund.

Minutos después de anunciar el fallo, Englund defendía así la elección de Tranströmer, el octavo sueco premiado con este galardón, adelantándose a posibles acusaciones de provincianismo. La Academia no distinguía a un sueco con el Nobel de Literatura desde que Eyvind Johnson y Harry Martinson lo recibieron en 1974 en una decisión escandalosa, porque ambos formaban parte de aquella institución cuando fueron galardonados.