La radiación aún es un enemigo invisible para cientos de personas. Un fuego imperceptible que no se ve, ni se huele; que no se siente, pero quema por dentro. Miles de kilómetros de zonas cercanas a la central de Chernóbil que sufrió un devastador accidente nuclear hace ahora 25 años, siguen registrando radiación. Así los aseguran los responsables de las más de treinta asociaciones que acogen en España a niños afectados por el desastre nuclear. "Hay zonas en las que se han dejado de hacer mediciones, pero las autoridades regionales rusas certifican que el niño que viene vive en una zona contaminadas por la radiación de Chernobil. ", explica el vicepresidente de la Asociación Ledicia Cativa, José Manuel Borrajo, que este verano organizó la traída a nuestra comunidad de 77 menores rusos de uno de los lugares más afectados: Novozybkov.

Mientras se imprimen estas líneas, un avión viaja rumbo a Rusia, vía Madrid con esos pequeños de la región de Briansk. De madrugada, las 71 familias acogedoras en Galicia les dijeron hasta luego. Junto a su equipaje y los recuerdos del sol, los niños se llevan –como mínimo– dos años más de esperanza de vida. Así lo estiman los médicos. En cada mesde estancia en España, los niños pueden descontaminarse el equivalente a un año más.

Por eso, uno de los objetivos del programa de Ledicia Cativa es que los menores repitan. Cada año, mejorará su salud, explica Borrajo. Tras 16 años de poner en marcha esta actividad y con una experiencia de unos 500 niños acogidos, el vicepresidente de la asociación recuerda una de las frases más impactantes que oyó de la boca de un niño. "Yo quiero un España allí en Rusia".

El plan consiste en la acogida temporal de menores rusos de Briansk, la zona mas afectada por la radiación de Chenóbil, procedentes de casas de acogida y de familias tuteladas por la Federación. Las zonas de donde vienen soportan una contaminación radiactiva de una densidad superior a 15 curies por kilómetro cuadrado –explican–. Los niños no saben, por ejemplo, lo que es la leche. Muchos de sus alimentos y animales están contaminados. Las secuelas de esa peligrosa exposición radiactiva se hacen latentes en la esperanza de vida allí: ronda los 58 años.

El tiempo que los menores pasan en España es de más de 40 días ya que la Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que es el mínimo para que la esperanza de vida de estos niños aumente dos años. De todos modos, la salud de los menores mejora cada nuevo año que regresan. Según el Instituto Independiente de Seguridad Radiológica Belrad, en un solo verano los niños pueden reducir las consecuencias de la radioactividad en su desarrollo entre un 30% a un 40%. Las asociaciones lo explican como que "vuelven cargados de defensas para afrontar el invierno".

Y la práctica, más palpable, es que en dos meses los niños engordan una media de tres kilos y cercen una media de 2,5 centímetros –aseguran que en casos excepcionales se registraron crecimientos de 6 y 7 centímetros–. Repartidos en 71 familias: A Coruña (30), Lugo (18), Pontevedra (17), de ellos 5 en Vigo y en Ourense (12), los niños disfrutaron de un verano con alimentos y prácticas para algunos desconocidas.

Y hoy en día, ¿qué está pasando en Japón? Consultado sobre los posibles efectos de la radiación de Fukushima, Borrajo contesta: "Hay un apagón informativo: la actuación de la OMS está siendo vergonzosa". ¿Habrá que acoger dentro de 25 años a japoneses contagiados por radiación? La respuesta es un tímido "podría ser, solo esperemos que no".