Serían necesarios 23 millones de asalariados en España para hacer el mismo trabajo –traducido en jornadas semanales de 40 horas– que hacen las amas de casa. Así lo afirma el Instituto Nacional de Estadística, que intentó traducir a cifras su labor en 2008. El que el Tribunal Supremo haya permitido a una divorciada cobrar una pensión compensatoria de 108.000 euros por haber contribuido con su trabajo doméstico a las cargas familiares durante los quince años que estuvo casada –bajo el régimen de separación de bienes– implica que los magistrados han tenido en cuenta este detalle.

De hecho, el Supremo ratificó una sentencia que obligaba al exmarido a abonar una cantidad que había sido calculada multiplicando los 600 euros que costaría una empleada del hogar al mes por doce meses y los 15 años de matrimonio. Para Rosa Celia Otero, presidenta de la Asociación de Amas de Casa, Consumidores e Usuarios de A Coruña, es la única pega de una sentencia que, afirma, "sentará precedente". Y es que, argumenta, ninguna ama de casa trabaja ocho horas al día y tiene dos días libres a la semana. El trabajo que desarrolla este colectivo, afirma, "no tiene horarios, sino que requiere una disponibilidad de 24 horas al día" y se pone como ejemplo a sí misma, que durante años ha compatibilizado su trabajo fuera del hogar con el que hacía entre las paredes de su casa.

En todo caso, subraya, es una "buena noticia" para las mujeres. Y habla de mujeres porque casi todas las amas de casa de la comunidad gallega son del género femenino. En eso todavía no se han producido demasiados cambios, como reflejan las estadísticas del INE. En la última Encuesta de Población Activa, en 2010, señala que Galicia cuenta con 235.000 personas que se dedican a "labores del hogar", y solo 24.800 de ellas son hombres.

Para Rosa Celia Otero, que el Supremo haya estimado el recurso de María Piedad F. A. es un síntoma de esperanza, "un principio para lo que venimos reivindicando desde hace años". "Era hora de que alguien empezara a valorar el trabajo de la mujer en el hogar", señala. "Es un grano de arena para empezar a solucionar aquello en lo que llevamos años insistiendo: la posibilidad de cotizar a la Seguridad Social, como ocurre con el régimen agrario", insiste. "No es que nos lo regalen y que tengamos que mendigar a la Administración lo que es de justicia, sino que es el trabajo de nuestra vida", asevera Otero. "No queremos nada gratis. Se pueden hacer las cosas bien. Lo que queremos es aportar para luego tener derechos", explica.

Porque el caballo de batalla de estas mujeres sigue siendo poder tener acceso a una pensión como el resto de los trabajadores, y no tener que conformarse al final de su vida con "mendigar", repite el verbo, una pensión no contributiva. De hecho, la Comisión del Pacto de Toledo propuso el año pasado que se estudiasen medidas encaminadas a solucionar este problema, aunque el tema parece aparcado de la agenda del Ejecutivo.