Aunque el robo del Códice Calixtino, constatado el pasado 5 de julio en el Archivo de la catedral de Santiago, tuvo repercusión mediática en toda España y en parte del resto del mundo, esta promoción, aunque negativa, no generó más morbo ni despertó interés por ver la copia facsímil que sí se conserva. Como escenario del suceso, hubo quien pensó que la catedral compostelana ganaría un "atractivo" adicional a todo su ya inherente magnetismo. Principalmente porque su conjunto engloba, además de un amplio claustro (desde donde se accede al Archivo donde se custodiaba el Códice), un extenso museo en el que se exhibe una reproducción del Códice desaparecido.

Pese a la alarma policial de ámbito internacional y al revuelo mediático, la realidad entre los visitantes es clara: no hubo cambios notables en la afluencia al museo, al contrario de lo que se podría augurar, según narran los vigilantes. La mayor parte de los turistas entrevistados admite que no conocía ni siquiera la existencia de la joya artística gallega antes de su robo y que tampoco era el motivo de su visita a la basílica compostelana.

El matrimonio de argentinos Patricia Gaztañaga y Gustavo Botti acudió a Galicia por primera vez. Pese a su cansancio por cuenta del largo viaje desde Rosario, tenían intención de pasarse por el museo catedralicio debido a su amplia colección, que incluye una completa selección de obras artísticas y arqueológicas. Pero poco sabían sobre el Códice: "Hemos escuchado algo sobre este libro entre la gente del hotel, pero no estamos, efectivamente, enterados de lo que se trata."

Desconocimiento aún mayor tenían los estadounidenses Mike Woods y Sandy Brown, de Longview (Washington), que se confesaron "deslumbrados" con las muestras expuestas en los tres espacios integrantes del museo, pero no sabían nada de la sustracción.

Las brasileñas Nina Souza, Ana Pereira y Maria Pereira también ignoraban lo ocurrido, aunque una de sus tías, Monique Pereira, admitió haber leído "algo en algún periódico". De todas formas, la decisión de venir a Santiago no dependía de ello.

Incluso entre los visitantes españoles, no hubo una movilización especial a cuenta del Códice. La pareja tinerfeña María Padrón y Víctor Herrera lo supo después de llegar: "Nos enteramos del hurto por la oficina de turismo de Santiago, y luego vimos algo por la tele. La verdad es que no sabía de qué se trataba el Códice", admitió Víctor. La joven pontevedresa Carmen Pazos sí que conocía algo del manuscrito, pero había acudido al museo para enseñar otras obras a su amiga francesa Marie Mathieu. "Conocía el Códice porque estudié su historia en la ESO, pero creo que poca gente está efectivamente enterada de que representa la obra, e incluso de su desaparición", comentó.

La eslovena Mateja Brejc fue la única entrevistada que, además de conocer la historia del manuscrito, declaró estar afectada por la pérdida de una reliquia de tanta representatividad: "Es triste que hayan cometido este atentado al patrimonio católico español. Espero que puedan encontrar el Códice". De todos modos, Mateja ya tenía en sus planes visitar el museo, independientemente de lo que pasó.

Los brasileños Paulo Pires y Fátima Leone pertenecen a un grupo de estudiantes de Español para extranjeros de la Universidade de Santiago y visitaban por primera vez el museo. Se enteraron del hurto por su profesor, y desde entonces se han dedicado con ganas a leer sobre el su historia y significado para profundicar más en la raíz del manuscrito. Paulo, incluso, dijo haber visto una de las réplicas del Códice en Ponferrada. Y Fátima lamentó el robo: "Nos asustó la falta de respeto a algo tan importante, que tiene facsímiles en otras regiones. A ver si lo encuentran cuanto antes".