"Yo creo que una palabra que definía a Rita Regojo era abnegación –nos decía ayer Juan Belda, presidente de Aldeas Infantiles SOS España–. Tal era la suya con los niños en situación de abandono o riesgo social que, si antes se pensaba que se cumplía socialmente con acogerlos y criarlos entre altos muros, ella creyó hace muchos años que debían romperse y tener una familia como fuera. Y con mucho mérito, apoyándose en sus amigos, convenciendo a quienes no lo eran, lo consiguió con una actitud pionera. Era una mujer de gran fortaleza de espíritu e ideas claras".

Lo han vivido día a día durante muchos años José Antonio, Rita, Alejandro, María del Mar y Adriano, sus hijos; lo sabe sobradamente Adriano Marques de Magallanes, su marido, que por esos niños perdió muchas horas de su compañía, y también lo habrán experimentado sus 12 nietos. Era una mujer en apariencia frágil pero en realidad fuerte y de gran personalidad. Lo atestiguan fuera del círculo de la sangre familiar personas como Irene Pazo, amiga de su hija fallecida y gran dolor de su vida, Noemí, a la que como periodista Rita convenció de que le ayudara a escribir un libro que la recordara.

Esa matriarca nacida en 1929 admiró ya de su padre, José Regojo, que creó cuando ella era una niña un imperio textil en Redondela y trabajo para más de 1.200 personas, la fortaleza de carácter y la fe en una causa; pudo admirar de su madre, Rita Otero, su sentido de la solidaridad y su capacidad de reconciliación en tiempos tan duros como la guerra civil y la posguerra, en que supo mantener la unidad de la familia por encima de ideologías.

En los años 40 Rita Regojo se hizo perito mercantil en la Escuela de Comercio de Vigo y en los años 50 conoció en la Universidad de Santiago, donde hizo Graduado Social, al que sería su marido, Adriano Marques de Magallanes, con el que se casaba en 1958 en la ermita viguesa de A Guía. E l obispo López Ortiz hizo los oficios.

A partir de los años 60 participó con su marido en el nacimiento de Plastilandia, empresa que después pasaría a llamarse Partenón y que hoy dirige su hijo Alejandro con 200 trabajadores entre Galicia y Portugal.

Pero fue en los años 70 cuando Rita empezó a volcarse en un empeño que absorbería gran parte de sus energías: la creación en Galicia de Aldeas Infantiles, de la que solo había un precedente en Cataluña. "En 1969 –cuenta Rosa Freire, presidenta de Aldeas Infantiles SOS Galicia– empezó a pensarlo, se puso en contacto con Austria, matriz de la oenegé, reunió a sus amigas... en 1975 se inauguró la primera casa y hasta hoy han pasado cientos de niños. A mí me lo enseñó todo durante 35 años; era un remanso de paz interior, creyente que no imponía nada, una mujer irrepetible. Cuando teníamos dificultades con los niños, tenía su receta: "esto se arregla con amor".

Muchos premios. Isabel la Católica, Castelao, Galega Destacada, Viguesa Dintinguida, hija predilecta de Redondela... aunque para ella el mejor, decía, era ver florecer Aldeas Infantiles. En 2002 dejó la presidencia activa para llegar a la honorífica.

En 2008, Adriano y ella se dieron el "si" 50 años después de su boda, celebrando en su casa de Cesantes 50 años de convivencia con más de cien invitados. Allí quedó patente el afecto a esa mujer que hoy es memoria viva, cálida y activa.