El escritor Julio Llamazares, que con “Las rosas de piedra” comenzó un recorrido por todas las catedrales españolas que completará en un segundo volumen, habló de ese tema durante la segunda jornada del II Encontro de Literatura de Viaxes.-¿Cuáles serían las catedrales de nuestro tiempo?

-Los aeropuertos, las bodegas de vino y los museos de arte contemporáneo porque tienen dinero y cumplen la misma función arquitectónica y responden al deseo de las ciudades de entrar en el circuito de ciudades importantes. En la Edad Media, una ciudad sin catedral era una ciudad de segunda fila, y lo primero que hacían era construir una para demostrar poder. Eso ha llegado casi hasta hoy. Hoy una ciudad sin una Cidade da Cultura parece que no es importante. Pero la cultura está en las calles, en los caminos, tiene que ver con la vida, no con los grandes edificios. Pero en la sociedad del espectáculo a veces importa más el espectáculo que el contenido y se construyen grandes centros culturales que luego no se sabe qué hacer con ellos, y se construyen a mayor gloria del alcalde o del presidente de turno o, sobre todo, del arquitecto de turno, que es el que va a cobrar. No se puede empezar la chabola por la antena parabólica, que es lo que ocurre a veces.

-¿Los mercaderes ocuparon los templos?

-Sí, hay una mercantilización evidente de todo y la Iglesia está particularmente interesada no solo en propagar la fe, sino en cobrar por propagarla, y creo que eso perjudica la relación de la gente con las catedrales. En Santiago no cobran porque no pueden, pero lo rentabilizan de otra forma. En Santiago la mercantilización no es tanto por parte de la Iglesia, que también, como por parte de la ciudad.

-Usted dedicó tiempo a estudiar la catedral de Santiago. ¿Quién cree que está enterrado en ella?

-Lo que menos importa es quién esté. Lo mejor es la ambigüedad. La duda alimenta la fantasía, contribuye a la imaginación, y en ese sentido la catedral de Santiago es perfecta. Yo no intentaría aclarar la verdad porque nos decepcionaría mucho. Está bien como está.-En un artículo aseguró que la sociedad española vive infantilizada, cuidada por el padre Estado, al que protesta por todo. Las reacciones de los indignados, ¿demuestran que ha alcanzado la madurez o suponen otra manera de quejarse?

-Más bien la segunda parte. Lo que creo es que nos han acostumbrado a que el Estado lo solucione todo. Y, aunque me parece bien que la gente proteste, hay también en el movimiento de reacción algo de infantilización porque culpan de todo a los políticos. No seré yo quien defienda a la clase política o la demonice. Los políticos son como los fontaneros y los periodistas: hay de todo. Pero es un signo de infantilización culpar siempre a los demás de las cosas. Está bien culpar a los políticos, pero también a ti mismo o a unos padres que se hipotecaron más de lo que podían. Elegir solo a los políticos para que sirvan de pararrayos es signo de poca madurez. Aunque respeto el movimiento, me parece que forma parte de eso mismo.