La advertencia que suele incluirse en los carteles que adornan las entradas a espacios protegidos naturales no es gratuita. Arrancar o cortar plantas puede ser un gesto inocente, pero sin querer puede contribuir a la desaparición de una especie de la que, en algunos casos, no resisten más que mil ejemplares.

El aviso es más necesario, si cabe, en la comunidad gallega, donde los biólogos del Ministerio de Medio Ambiente sitúan 24 especies de flora que son endémicas de la región, o casi. Es decir, son exclusivas de los suelos que habitan y, generalmente, salvo en casos muy contados, no pueden encontrarse en ningún otro lugar, ya no de España, sino del mundo. De hecho, las perspectivas futuras de estas dos docenas de plantas únicas no son demasiado alentadoras, ya que los especialistas dan prácticamente por extinguidas, y así lo explican en el informe "Impactos, vulnerabilidad y adaptación al cambio climático de la biodiversidad española. Flora y vegetación", al menos diez. En la ficha de las especies de esa temida lista negra aparece claramente la sentencia: "Se prevé la extinción de la especie".

En todos esos casos, los asesores científicos del Gobierno central tienen claro que la mejor alternativa, en muchos casos la única, es el cultivo ex situ, que los especialistas ven como "necesaria".

En cautividad

Eso significaría aplicar a estos vegetales la misma política que, por ejemplo, al lince ibérico. Es decir, lo primero sería recoger lo que los biólogos denominan germoplasma –el material genético de la especie, ya sea en forma de semillas o en forma de esporas– y, en caso de que sea posible, como ocurría con el lince y la cría en cautividad, desarrollar el cultivo de la especie en una ubicación fuera de su hábitat natural. Asimismo, los especialistas sugieren planes específicos de conservación en el caso de trece de las 24 especies endémicas; planes de protección de las áreas en las que viven en catorce casos; sugieren repoblar en doce y, en con la especie Isatis platyloba sugieren una reubicación en un lugar "lejano".

Estas diez especies sentenciadas, a las que se suman otras cinco a las que los biólogos otorgan esperanzas "inciertas" y algún caso de "riesgo muy alto" de desaparición, lo están ya independientemente del cambio climático, el factor que analiza el estudio del Ministerio de Medio Ambiente. En la mayoría de los casos, la desaparición de estas representantes del reino vegetal está originada por la actividad humana. Así, como señalan los científicos en el caso de la Antirrhinum majus linkianum, son las agresiones –en formas de paseos o de construcción de aparcamientos– a los entornos de playas las que propician su extinción al dañar su hábitat. Igual sucede en el caso de especies con la Centaurea borjae o la Festuca brigantina actyophita, que sufren las agresiones derivadas del pisoteo y la ingesta por parte del ganado. En el caso de esta segunda especie, hay que sumar, según se recoge en el estudio del Gobierno central, la proliferación de parques eólicos en la Serra da Capelada.

En otros casos son las transformaciones de los espacios de uso agrícola las que condenan a muerte a estas plantas. Así ocurre con la Leucantheum gallaecicum, la Centaurea ultreiae o la Euphorbia uliginosa. Los hábitats en los que crecen están amenazados porque son convertidos en praderías o en plantaciones, principalmente eucaliptales.

En los supuestos en los que las especies aparecen vinculadas a entornos fluviales o humedales, son las transformaciones en los cursos de agua, sobre todo embalses, los que las agreden. Un ejemplo es la Galium teres, que crece en las riberas de los ríos del sur de Lugo y Ourense, de la que han desaparecido ya seis poblaciones.

Si a estas circunstancias actuales se les suma el cambio climático, la situación se complica. Los investigadores ven en situación de "vulnerabilidad crítica" las poblaciones de catorce de las 24 especies. Pero no solo las especies endémicas corren peligro por la acción del hombre o el cambio climático. También los bosques perderán parte de su biodiversidad si se confirman los peores modelos de cambio climático. De entrada, los expertos advierten ya que "el mapa de riqueza actual muestra sus mínimos", además de en el valle del Guadalquivir, Almería, Murcia y los Monegros, en la costa occidental de Galicia. En el caso gallego, añaden, solo puede explicarse "por la ausencia de vegetación actual derivada de la intensa ocupación humana".

Entre las especies arbóreas que también se hallan en Galicia y que tienen vulnerabilidad "muy alta" frente al cambio climático se encuentran el arce blanco, el roble albar y el serbal de cazadores. En la categoría de vulnerabilidad "alta" se sitúan el madroño, el abedul, la haya, el endrino, el fresno europeo y el pino resinero, mientras que en la de vulnerabilidad "media" aparecen el acebo, el tejo, el castaño, el boj y el avellano. Otros, como el Quercus lusitanica, avisan, ya cuentan con escasas poblaciones debido a los incendios y las talas.