A media tarde de ayer, parte de la mente de Javier Gutiérrez (Sátur en Aguila Roja) pensaba en el duelo Barça-Madrid, no por el resultado futbolero, sino por la repercusión en los cines, con cierto temor a que restara espectadores al estreno en salas de Aguila Roja, la película, donde él participa. Acción, pizcas de comedia, buenos actores y una historia sobre la conspiración para matar al rey español son las bazas del film. Javier Gutiérrez, asturiano de nacimiento y ferrolano hasta la médula, vive su momento de oro protagonizando Woyceck con el Centro Dramático Nacional. La próxima temporada, se subirá a las tablas con Carmelo Gómez y ahora se ha metido a productor de una obra de Martlett. "No dejo de lado el teatro, que es mi motor, mi gasolina", explica.

–Sátur va a vivir más riesgos con el destino de España en sus manos...

–Es un personaje que borda casi lo esquizofrénico porque cada dos por tres le pasan cosas horrendas. En la película, descubriremos otro Sátur que quizás tenga menos comedia con una parte más de drama. También hay que decir que, en el filme, todo es más grande desde la épica, a la acción, al amor. En la serie, la parte de comedia la lleva mi personaje pero en la película está más repartida. Veremos a un Sátur más dramático porque Águila Roja tiene que salvar el reino de España.

–Además, aparece un viejo amigo de la infancia.

–Es Antoine, interpretado por Mariano Peña, un viejo amigo de la infancia con el que compartí orfanato y ahora es biógrafo del Rey de Francia. No quiere saber nada de mí; tiene amnesia de su pasado más oscuro y pobre. Eso a Sátur le va a escocer mucho y de ahí van a surgir situaciones hilarantes.

–¿Se siente más cómodo con este giro hacia el drama?

–Yo me siento muy cómodo en la comedia. Cualquier personaje de esta serie es rico en matices y como cada capítulo es una película, da pie a transitar de la comedia al drama. Cuando te enfrentas a un personaje así es un regalo y uno como actor se pone más las pilas, el listón lo pone más alto. Una de las grandes bazas de la serie y esta película es el ramillete de actores con un alto nivel de interpretación. Es uno de los grandes aciertos.

–Cuando el director, José Ramón Ayerra, les dijo que convertiría la serie en película, el primer largometraje para él, ¿no se echaron a temblar?

–A mí, me hizo mucha ilusión. Es un premio a casi tres años de trabajo, un premio a los guionistas, al centenar de personas que trabaja para que la serie salga adelante. Verlo en la pantalla grande da mucho placer y es un regalo para los seguidores.

–¿Y en cuanto al ritmo narrativo de la película?

–El espectador no se va a sentir desilusionado con lo que va a ver. Todo es más épico. Si te gusta la acción, te va a gustar Aguila Roja como película pero respetando el cine más clásico. Gustará desde los niños a los abuelos, por su aroma al cine de aventuras.

–El caballo le sacó de quicio.

–Yo no estoy habituado a montar a caballo así que los guionistas decidieron que hable con él (risas) Otra anécdota es que, como rodamos en verano y a temperaturas extremas, nos costó mucho trabajar en la batalla final, fue un rodaje duro porque estuvimos rodeados de abejas.

–Francis Lorenzo, Inma Cuesta, José Ángel Egido y usted, todos gallegos y juntos en el filme.

–Esto es el resultado de la buena cantera de actores que hay en Galicia. Más que nunca se nos ve fuera. Hay muy buena ficción en Galicia pero tenemos que salir fuera a buscarnos la vida. Hay vida más allá de Luis Tosar, que es el gran buque insignia.

–¿Se lleva el personaje para casa?

–No, cuando acabo de trabajar, cuelgo el traje aunque soy actor las 24 horas del día. Soy concienzudo, exigente; haga lo que haga quiero hacerlo con dignidad y profesionalidad.

–Además de actor es también productor teatral con un texto del autor inglés emergente Mike Bartlett.

–Se titula Contracciones y pronto estará en Galicia.

–Ser productor, ¿es estar al borde del abismo económico?

–Hay que tratar de hacerlo comedidamente. Esta es una obra modesta, con dos actrices. No es un texto demasiado complejo. Hay propuestas más suicidas. Yo he hecho una cosa a medio camino. No me atrevería a hacer un espectáculo con demasiados actores y un texto demasiado enrevesado que el público no entendiese.